Ganar-ganar

Ellos van ganar-ganar, pero los salvadoreños no ganamos nada. Con esta trama han pasado a segundo plano las muertes de 35 policías, de 17 militares, la delincuencia y el ruinoso estado de la economía.

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Por Elizabeth Castro

14 October 2017

Independientemente de si es cierto o no el pleito entre el alcalde Bukele y su expartido, dadas las muchas dudas a su alrededor, es claro que en el fondo se trata de una aventura ganar-ganar.

Gana él porque se posiciona como el que desafió a una élite estalinista, mientras que el partido oficial gana mostrándose duro con los indisciplinados y da una lección de inflexibilidad a su militancia, justo en el 37º. Aniversario de su fundación.

Ahora el alcalde puede frotarse las manos pensando qué réditos le traerá entre la población, sobre todo entre los jóvenes y millennials, el hecho de atreverse a blasfemar en Washington diciendo que quien gobierna en El Salvador es un politburó, un grupo dirigente al estilo de los totalitarios de la desaparecida Unión Soviética; posicionarse él como la opción o tercera vía para dejar atrás a los partidos tradicionales y que representa el cambio total, como en su momento se vendió Mauricio Funes.

Para el partido seguramente nunca dejó de ser un pequeño burgués, voluntarioso y deseoso de protagonismos, que justamente representaba la reencarnación de Funes saliéndoseles del huacal una y otra vez, regañándolos y manteniéndolos a raya cuando le convenía. El gran mensaje del partido fue: no queremos más Funes ni Nayibs, ni nada que huela a traición a futuro.

Siendo así, la base dura del partido estará más que feliz porque la “justicia popular” se impuso con un advenedizo que, como dijo Milton una vez, decía que tenía más de 15 años de ser militante cuando no tenía más de cinco y no podía hablar con autoridad de haber expuesto su vida, ser perseguido o vivir la dureza de la vida guerrillera.

Por su parte, el edil no creo que sienta gran derrota por no poder correr como candidato a la alcaldía, cuando la joya de la corona es la Presidencia de la República y el despacho municipal solo le serviría unos meses antes de lanzarse por más.

Más bien, ahora tiene el camino libre para proyectarse, no para un gobierno municipal, sino para el gobierno nacional, si es que antes no le cierran los caminos con procesos penales o civiles, como se ve venir.

Lo cierto es que aún tiene un largo camino legal para pelear con sus antiguos aliados.

Es claro que el funcionario dista años luz de que se considere que está repitiendo la historia de los dirigentes que trataron de renovar al partido, como Facundo Guardado o Héctor Silva, que tuvieron que salirse ante la intolerancia y la agresión de los duros.

El partido parecía ser, para él, una especie de trampolín, un medio para impulsarse, pero en afán de su propia personalidad. El oficialismo, por su parte, sacaba sus réditos de la imagen tan promovida en las redes sociales, sobre todo, de un alcalde joven, de gorra con la visera al revés como Quincho Barrilete y pretendiendo conectar con la nueva generación desprevenida e impresionable por la tecnología y las novedades en las redes.

Hasta la apertura de un proceso penal promovida por el oficialismo por la agresión a una concejal es favorable para ambos: para el partido, porque muestra que está cercando de todas maneras al funcionario, y éste, porque se muestra como un adalid o un mártir de las libertades civiles y los cambios (ya antes se ha comparado con Kennedy).

Como aquí todo puede pasar, no sería extraño que la segunda temporada de esta novela al estilo colombiano traiga inesperadas reconciliaciones y que el que esto escribe se vuelva blanco de los troles y otros seres indeseables que suelen aparecer en estos casos.

Ellos van ganar-ganar, pero los salvadoreños no ganamos nada. Con esta trama han pasado a segundo plano las muertes de 35 policías, de 17 militares, la delincuencia y el ruinoso estado de la economía.

Mientras la gente camina hipnotizada con estos hechos, me pongo a pensar qué lejos están años aquellos años 90 en que se acabó la guerra y se pensaba en serio en la reconstrucción y el despegue del país, lejos de falsos mesías y grupos hermetizados.

Ojalá nuestra sociedad pueda despertar y desterrar las ideologías caducas, la intolerancia, el sectarismo y el narcisismo político.

*Periodista