Otros valores

Quizá es más acertado decir que los valores que solíamos apreciar, en lugar de haber desaparecido (así, en general), han sido reemplazados.

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Por Elizabeth Castro

13 October 2017

Es frecuente escuchar que hemos perdido los valores; y a juzgar por las actuaciones de ciertos personajes públicos, dadas a conocer por las redes sociales y otros medios, quizá va a resultar que sí.

Sin embargo, es un afirmación con la que no estoy enteramente de acuerdo, y no porque no haya disminuido notoriamente el prestigio social de la honestidad o del trabajo bien hecho, sino porque quizá es más acertado decir que los valores que solíamos apreciar, en lugar de haber desaparecido (así, en general), han sido reemplazados.

Por ejemplo, en el caso de funcionarios públicos, valores como la preparación profesional, la integridad, o la responsabilidad (que en otras partes llevaría a renunciar a quienes no obtienen resultados positivos en su gestión, o incluso empeoran la res publica con su actuación), han sido sustituidos por el brillo del poder a cualquier costo, altas posiciones sociales cuyo único fundamento es el dinero, o la fidelidad a una idea o partido como vehículo para medrar personalmente, caiga quien caiga.

Cada vez con mayor frecuencia se sabe de situaciones que, sin ser delitos en sí mismas, son abiertamente contrarias a la ética: nepotismo, despilfarro, abuso, contratación de personas sin capacidad suficiente en puestos públicos, abuso de poder, etc.

El mérito y el trabajo bien hecho han perdido popularidad como ideales de vida y preferimos vivir en una sociedad en la que se mejora a partir de privilegios, favores mutuos, exenciones, monopolios, trampa y poca decencia.

Es de conocimiento público que hay funcionarios que reciben más de un sueldo de diferentes órganos del Estado. Parientes, esposas, hijos y nietos que son colocados en puestos de dirección en ministerios, autónomas, secretarías y dependencias estatales. Uso de información reservada para espionaje comercial y político. Clientelismo, no solo por la numerosa contratación de personal que –lógicamente- a la hora de las elecciones votará por la continuidad de quienes les dan un sueldo mensual, sino también por mantener en nómina de pago de instituciones de gobierno a agitadores callejeros y troles cibernéticos.

El máximo valor: atornillarse en los puestos públicos y hacer lo que haga falta para garantizar la continuidad en el poder, parece ser el principal propósito en la actuación pública -más o menos velada, aunque cada vez más cínica-, de bastantes que no distinguen si sirven al gobierno, al partido o a su jefe inmediato. Aunque de algo sí podemos estar seguros: se preocupan solamente de sí mismos.

Una trampa de la que tampoco algunos comunicadores han logrado sustraerse… ¡Cómo han cambiado las cosas¡ Hace no mucho eran los medios los que desmentían bulos y falsas campañas que circulaban en las redes sociales; ahora, en cambio, son las redes sociales las que cada vez más frecuentemente les corrigen la plana a los comunicadores profesionales.

Con la preeminencia de esos nuevos valores, y sobre todo con la pasividad y a veces con la connivencia de la gente (que como electores deberíamos reaccionar, pero no lo hacemos) frente a situaciones abiertamente inmorales, no hay sociedad que se mantenga en pie, no hay democracia representativa que pueda funcionar.

La buena noticia es que estamos a tiempo. En marzo próximo votaremos para cambiar los diputados corruptos, confirmar los decentes y apostar por los emergentes. Y un año después el sistema nos dará ocasión de hablar alto y claro contra la ineficiencia y la corrupción en el Ejecutivo.

Menos mal que el modo de elección de nuestros representantes en la Asamblea Legislativa ha cambiado y ahora podemos votar uno a uno por pretendientes que nos ofrezcan propuestas concretas, por aquellos en quienes confiemos, y que a pesar de tener que navegar en aguas de corrupción, parezcan tener elementos de honestidad y responsabilidad personal que les pueden llevar a enderezar las cosas en la medida de sus posibilidades.

*Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare