El amor secreto y servir a un hombre indigno, Ishiguro

Kazuo Ishiguro es un inglés de origen japonés galardonado con el premio Nobel de Literatura este año; sus noveles deberían de leerse y disfrutarse porque nos encontramos en el mundo interior del hombre de hoy.

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Por Elizabeth Castro

07 October 2017

El año pasado el Premio Nobel de Literatura recayó en Bob Dylan, un músico de la poesía o un poeta músico, decisión que puso a favor y en contra a moros y cristianos. Este año el máximo galardón de las letras apunta a un inglés de origen japonés, que narra por lo general en primera persona los avatares de la vida moderna, donde hay preguntas de siempre con respuesta no sé si nuevas, pero sí distintas al amor no declarado o el servicio incondicional a un hombre indigno.

El nobel de este año es un hombre de 63 años, Kazuo Ishiguro, nacido en Nagasaki, Japón, pero que desde los 6 años se trasladó a vivir a Inglaterra, convirtiéndose en un inglés más que vive y respira esa sociedad tan liberal pero a la vez tan tradicional.

Según el jurado, la Academia Sueca en Estocolmo, Ishiguro escribe novelas de “gran fuerza emocional” que han descubierto “el abismo más allá de nuestro ilusorio sentimiento de conexión con el mundo”.

Para la Academia, se merece el Nobel porque narra con brillantez la condición humana, sus claroscuros, sus miedos, sobre todo sus miedos, y claramente “devela el abismo debajo de nuestro ilusorio sentido de conexión con el mundo”, ese sentido del que “nos asimos para dar respuesta a esas inseguridades, a ese vacío existencial que la mayoría de las veces necesitamos obviar para poder seguir adelante con nuestras vidas.

Así lo reseña un informe de prensa que consigna la noticia sobre el galardón Ishiguro; y es que este autor, “permite que sus personajes revelen sus imperfecciones de manera implícita a lo largo de sus narraciones, creando así un patetismo que permite al lector observar los defectos del narrador al mismo tiempo que simpatiza con él”.

Una de sus obras más conocidas, “Lo que queda del día” fue llevada al cine con Anthony Hopkins como protagonista; el libro, también la película, es sumamente interesante, llena de vericuetos propios de una conciencia vivaracha, dispuesta a entender los avatares de la vida que, como toda vida, está llena de colorido pero que a la vez se enfrenta con los obscuros propios del dolor, el sufrimiento, el remordimiento, la pena.

Como suele ser, es mucho más impactante la narración de Ishiguro; entre otras cosas, su lectura “mueve nuestra conciencia y nuestro cerebro” del tal forma que la imaginación vuela para vivir, sufrir, recordar, explayar las ideas, de un hombre, Stevens el mayordomo, que decide hacer un viaje, el primero de su vida, por Inglaterra, y contar sus vivencias, especialmente cuando se encuentra con la señora Benn, antigua ama de llaves de Darlington Halmo, ahora casada pero que nunca pudo enfrentar el amor entre ambos.

No se trata de una historia de amor. Es mucho más que eso. Es la incapacidad mental y humana de enfrentar al otro, a la otra y lograr explayar la cercanía; y es que en Stevens, más que contar lo que siente, lo interesante es lo que no puede expresar, lo que oculta, lo que no nos dice pero nos hace ver... esto es lo valioso de esta obra que permite al lector, casi ir por delante de la misma narración del mayordomo que por su profesión está cercano a su “jefe”, le sirve, la ayuda, le presta sus servicios, pero no es ni su amigo ni su hermano.

Y acá entramos a otra dimensión propia de Ishiguro en la narración de Stevens: el mundo de la política, de la intriga propia de la gestión del poder, sobre todo cuando su “patrón”, Lord Darlington no solo es manipulado por los demás sino pone en “venta” o por lo menos a “disposición” del enemigo, de Alemania. Se devela la impotencia, la melancolía, el dolor que causa de haber dedicado la mayor parte de su vida a un hombre servil, vendido al enemigo.

Stevens se confiesa con un hombre de clase baja con el que charla en un muelle; el viejo mayordomo reconoce haber confiado en el juicio de su patrón y le duele que, al haber dedicado su vida a la servidumbre, sus errores ni siquiera fueran suyos. En un nota de Daniel Krauze, incluso dice esta combinación del inglés con orígenes japoneses tienen su influencia en la dimensión sus narraciones que, por lo general, ponen al descubierto los valores de la tradición en un mundo moderno del patrón como del Emperador en tiempo de la guerra.

Citando a John Dower, autor del Abrazo de la derrota: Japón en la estela de la Segunda Guerra Mundial, Krause se atreve a comparar y decir “la deriva del mayordomo Stevens en ese muelle, contando su vida a un viejo, lamentando la vida que tiró a la basura en honor de su patrón, es similar a la deriva del Japón de posguerra, una nación enviada a la conquista y después humillada por cumplir como súbditos, el destino imperial… y después de todo, incluso, el Emperador, responsable moral de todo fue también fue exonerado de todo…”.

Dicho llanamente, un hombre que ha dedicado toda su vida al trabajo, al servicio, a su patrón como mayordomo, se da cuenta, sí ha tenido valor haberlo hecho, pero es incapaz de cuestionar sus acciones, mucho menos cambiar y modificar su rumbo… luego del viaje, Stevens vuelve a su trabajo, a servir al nuevo patrón, ahora un estadounidense que ha comprado la vieja en Darlington Hall.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

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