No matan solas

Si se quiere encontrar el modo de prevenir asesinatos múltiples de inocentes, no se puede no poner atención a la familia, su fortalecimiento y protección.

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Por Elizabeth Castro

06 October 2017

El fin de semana pasado contemplamos horrorizados lo que ha sido calificado como un acto de maldad pura: la masacre —perpetrada por un asesino solitario— de más de cincuenta personas que asistían pacíficamente a un concierto al aire libre en la ciudad de Las Vegas.

Uno se pregunta: ¿qué puede llevar alguien a planificar y ejecutar meticulosamente una masacre? Y, más importante: ¿qué se puede hacer para evitar que algo así vuelva a suceder?

Un vez más, la facilidad que existe en Estados Unidos para adquirir armas de fuego ha saltado a la opinión pública. De hecho, el asesino había comprado gran cantidad en una tienda situada a pocos minutos de su casa y nadie llamó la atención acerca de qué iba a hacer un hombre de sesenta y cuatro años con tantas armas en su poder.

Sin embargo… las armas no matan solas. Son los asesinos los que matan. Poner el acento de la prevención exclusivamente en el control y limitación de las armas es un camino, pero no el único. De hecho, las últimas acciones terroristas en Europa no han utilizado armas de fuego, los asesinos han usado vehículos como en Niza y Barcelona, o simples y muy asequibles cuchillos, como en Londres y Marsella.

Las leyes permisivas de control de armas no son la única, ni siquiera la más importante, de las causas de tiroteos como el de Las Vegas o Miami. Como escribe un periodista tratando de entender lo sucedido: “Las armas son simples instrumentos de madera y metal, no son el mal en sí mismas. Para encontrar la maldad que pueden encerrar los asesinatos masivos, no hay que ver las armas, sino el corazón de quienes las usan para matar”.

Hasta ahora no se sabe mucho de Stephen Paddock, pero lo poco que conocemos encaja dentro de ciertos patrones. Si bien no era pobre, no era fanático religioso, no era una persona con problemas psicopatológicos patentes, o con actitudes supremacistas o radicalismos, coincide con otros autores de masacres en los Estados Unidos en que creció en una familia disfuncional, con ausencia física de su padre durante casi toda su infancia y adolescencia.

La mayoría de asesinos autores de masacres tienen un perfil similar al de Paddock en relación a su familia, o la falta de esta, durante su infancia y adolescencia. Si hacemos un recuento colocando nombre, lugar y año de la matanza, y situación familiar, queda lo siguiente: Dylann Roof, Carolina del Sur 2015, padres divorciados; Elliot Rodger, Santa Bárbara 2014, padres divorciados; John Zawarii, Santa Mónica 2013, padres divorciados; Adam Lanza, Connecticut 2012, padres divorciados; Wade Page, Milwaukee 2012, padres divorciados; Scott Evans Dekraai, California 2011, padres divorciados; Omar Siddiqui Mateen, Orlando 2016, padres divorciados. Y esto solo habiendo tomado en cuenta los últimos casos.

A modo de conclusión, uno puede anotar que como reacción a las masacres resulta espontáneo criticar el pobre control de armas, en lugar de poner el dedo en la llaga de una cultura del divorcio muy extendida. Sin embargo… aunque es un problema más de fondo y de más difícil solución, si se quiere encontrar el modo de prevenir asesinatos múltiples de inocentes, no se puede no poner atención a la familia, su fortalecimiento y protección. Ni dejar de notar que el divorcio daña seriamente el tejido social.

Quienes abogan por controles laxos de armas dicen que solo una minúscula cantidad de éstas se emplean en masacres. De la misma manera que solo una pequeñísima porción de hijos que crecen en hogares de personas divorciadas son autores de ellas.

Sin embargo, cerrar los ojos a que una porción importante de autores de masacres han crecido en familias con serios problemas, es quizá peor, bastante peor, que no hacer nada respecto al control legal de armas.

*Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare