Mirarnos de lejos

“¡TEMAN! ¡TEMAN! ¡NOS QUIEREN CONVERTIR EN CUBA!” - Qué absurdo, si ya somos ese infierno que horroriza hasta a un cubano exiliado…”.

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Por Mirna Navarrete

01 October 2017

A veces la distancia desde la que vemos las cosas afecta poderosamente la impresión que de ellas tenemos. Es decir, cuando la distancia es corta es más fácil ignorar los males propios. Aplicado al país, esta distorsión en perspectiva --y sumada a eso, la poderosa fuerza de la costumbre-- a veces consigue que persigamos prioridades erradas. Por ejemplo, a fuerza de costumbre y por el hecho de que lo vemos tan de cerca, la violencia estructural e inseguridad de la que padecemos da la apariencia de ser fija y permanente y por eso no faltan los desubicados que se enfocan en hacerle la guerra a la nomenclatura de nuestros accidentes geológicos y en vez de usar su influencia para resolver problemas reales.

Y a ver, la distancia a veces tiene el efecto contrario y nos induce a otros a romantizar nuestra tierra. Desde lejos, cuando pienso en nuestro El Salvador, son los recuerdos cálidos los que saltan: los cielos despejados de octubre, la feria de diciembre y sus comidas y vestidos típicos frente a la Ceiba de Guadalupe, los tiempos en familia. No los índices de criminalidad, ni el PIB, ni lo mucho que nos han fallado nuestras autoridades. Los recuerdos melancólicos de El Salvador de postal no son representativos de El Salvador real. De vez en cuando es el dolor lo que ayuda a recordar esto, y fue precisamente dolor lo que sentí al leer la experiencia que, también desde lejos, tuvo mi amiga Leonor hace unos días.

La Leo es parcialmente responsable de mi título universitario, pues de no haber sido por sus generosos jalones cada mañana, llegar a la clase de las 7 a.m. en la ESEN habría sido mucho más complicado. Durante los últimos años de universidad compartí con la Leo sesiones de desvelo en grupos de estudio y aflicciones por exámenes para los que se nos “olvidaba” estudiar. No siempre coincidíamos (quizás ahora tenemos más en común que antes) en cuanto a ideas políticas, pero sí en el acuerdo de que El Salvador de nuestros sueños es más justo, más seguro y más igual. Porque conozco su compromiso sé que pondrá el postgrado que acaba de terminar en Oxford, Inglaterra, al servicio de nuestro país y Latino América. A continuación, transcribo sin editar parte la experiencia que acaba de vivir la Leo y que ella compartió en una de sus cuentas en las redes sociales. Espero que invite a reflexionar sobre la manera en que la perspectiva que tenemos afecta nuestra percepción de lo que significa vivir en El Salvador:

“Hoy, mientras desayunaba en un hotel en Estocolmo, conocí a Reinaldo, un refugiado político cubano que escapó del régimen castrista hace doce años. Me contó su historia y luego me preguntó de dónde era. “De El Salvador”, le dije. Su cara cambió y e immediatamente me dijo: “¡Uf! Cuánto siento por Uds. ¡Horrendo lo que se vive en tu país!”. La reacción me resultó extraña: un cubano exiliado -con todo y lo que eso significa- horrorizado por lo que pasa en mi país. Pero antes de que yo siquiera respondiera algo, siguió diciendo:

“Digo, régimen es régimen, pero que en un lugar sea una hazaña que un joven llegue a sus treinta años... ¡eso no tiene nombre!”. Pensé en cada elección en El Salvador --las pasadas y las que se vienen-- y los interminables pleitos patéticos en Twitter que no pasan de eslóganes desfasados, de fantasmas imperialistas o “el coco comunista”. “¡TEMAN! ¡TEMAN! ¡NOS QUIEREN CONVERTIR EN CUBA!” - Qué absurdo, si ya somos ese infierno que horroriza hasta a un cubano exiliado…”.

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas

Públicas de Georgetown University.

Columnista

de El Diario de Hoy.

@crislopezg