Cuando el diablo se cambió de nombre

Abusando de su buena voluntad y a fin de no perder el envión que han agarrado con el tema, me permito sugerirles que amplíen la pieza de correspondencia para dulcificar algunos nombres.

descripción de la imagen

Por Inés Quinteros

29 September 2017

No obstante que nuestro país es pródigo en necesidades que merecen nuestra completa atención, mi colega tuitero Guillermo Bran me hizo notar que nuestros diputados utilizan una parte importante de su materia gris en elaborar sesudas piezas de correspondencia, para el que el pleno utilice su valioso tiempo –el cual, por cierto, es pagado por los sufridos contribuyentes fiscales–, en analizar si vale o no la pena rebautizar los cerros que sirven de marco al impresionante paraje natural conocido como “Puerta del Diablo”, a efecto de rebautizarlo por otro nombre que huelan menos a azufre.

Abusando de su buena voluntad y a fin de no perder el envión que han agarrado con el tema, me permito sugerirles que amplíen la pieza de correspondencia para dulcificar algunos nombres, a efecto de que no hagan remembranzas al averno, si no que a más celestiales parajes.

Para empezar, deberíamos exorcizar a los diablos enlatados. Cuando pequeño, mi madre me preparaba en las mañanas de los domingos un par de panes franceses, con un exquisito aderezo: Jamón del Diablo. La incauta dama no sospechaba que alimentarme con semejante vianda me acercaba centímetro a centímetro, o mejor dicho, bocado a bocado, a ser simpatizante –al menos a nivel culinario– del príncipe del lugar del castigo imaginado por Dante. Los diputados, a efecto de neutralizar tan malvada referencia, podrían obligar a los importadores del producto a cambiar el envoltorio para rebautizarlo como “Jamón de Dios”, y así cortar de tajo con tan nefanda propaganda subliminal para el Cachudo, más cuando realmente ese jamón es tan rico. ¡Vade retro, Jamonás!

A la hora de celebrar es conocido por todos un acompañante que no puede faltar en nuestras tertulias: el vino. Sea en cualquiera de sus presentaciones, tinto o blanco, a la temperatura adecuada, el fruto de la vid no solo calma nuestra sed sino, tal como lo cita Eclesiastés, eleva nuestras almas, alegra nuestros corazones y estimula nuestra mente. ¡Ah! ¡Pero nunca falta un pero! El enemigo mortal se ha colado en nuestras fiestas utilizando tan sublime brebaje, para convertirlo en el horror de nuestros diputados al haberlo bautizado ¡“Casillero del Diablo”!

¿Qué mente perversa lo pudo haber llamado de tal guisa? ¿Por qué no utilizar un nombre más sublime para comercializarlo? “Bodega de los Ángeles” o el “Sótano del Querubín” serían nombres mucho más apropiados que hacer referencia a tan nefando personaje. Comprendemos que dicho nombre cause severas reacciones adversas entre los Padres de la Patria, más cuando son tan asiduos a regar profusamente las chonguengas legislativas con todo tipo de bebidas espirituosas, por lo que sin más les sugeriría que emitan sendos decretos en los que se prohíba de una vez por todas que se utilice en El Salvador la palabra “diablo” para designar bebida alguna, sea alcohólica o no. Me parece que rebautizarlo como “El Casillero de la Trenzuda” sería todo un hit.

Una rápida consulta a Google Earth nos revela que a 13.73 grados de Latitud y a 89.43 grados de Longitud se encuentra ubicado dentro del Municipio de Sacacoyo, reposando a las orillas de un bucólico río, cuyas riberas están profusamente sembradas de caña, una simpática y pequeña población que responde al nombre de “Ateos”. Tan especial nombre genera más dudas que las que aclara: ¿fueron ateos sus padres fundadores? ¿Es atea su población? Cuando quieres cambiar tu domicilio para ser vecino de Ateos, ¿en el Duicentro te exigen declaración jurada para probar que no crees en nada?

Considero que desde la óptica de nuestros diputados, ese nombre no es nada feliz, mucho menos adecuado para un país tan conservador como el nuestro. No sería raro que cualquiera de ellos promoviera que se prohíba el nombre de “Ateos” para designar al pueblo y rebautizarlo como “Creyentes”, ¿por que no? Eso sería como darle una bofetada en el rostro a todos aquellos maledicentes que andaban por ahí levantando falsos sobre las convicciones religiosas de sus habitantes.

En El Salvador la mitad de nuestra población vive en la pobreza; no hay medicinas en los hospitales; la PNC está siendo asesinada y se encuentra sin fondos para operar adecuadamente; la Fiscalía no tiene recursos; estamos a las puertas de un impago;hemos militarizado la ciudad como una medida desesperada para que las maras vean que todavía tenemos tanquetas, y lo que es más importante aún, que estas se mueven; el gobierno quiere nacionalizar las pensiones. Pero a pesar de ello, nuestros diputados presentan una pieza de correspondencia para que se invierta parte de su tiempo en discutir si se cambia o no el nombre de “La Puerta del Diablo” por el de “La Puerta de Dios”.

Y yo ahí si pregunto: Dios mío, ¿y qué hemos hecho tan mal como pueblo para que nos merezcamos semejantes gobernantes?

* Abogado, Máster en Leyes.

@MaxMojica