El triunfo de las instituciones democráticas

En esta ocasión debe reconocerse que los partidos políticos, y los políticos, han funcionado y han cumplido con su tarea, logrando una unidad en la diversidad. Han logrado producir y aprobar una reforma que realmente ayudará a los pensionados.

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Por Mirna Navarrete

28 September 2017

Con una votación de 74 votos a favor, cero en contra y 9 abstenciones, la Asamblea Nacional aprobó ayer en la madrugada las reformas a la ley de pensiones. Con esta decisión, todos los involucrados en ella han logrado un gran éxito no solo porque las reformas significan verdaderas mejoras al sistema de pensiones, y porque también facilitan la solución de los problemas de liquidez del gobierno, sino también porque el haber logrado unirse para encontrar una solución que satisficiera a las distintas tendencias políticas es en sí mismo el éxito institucional más importante en la historia de nuestra joven democracia. Los que participaron en el largo proceso que llevó a esta decisión han demostrado que la demo-cracia es factible en nuestro país.

Como sabe toda persona con sentido común, las seguridades no existen en la vida y no hay instituciones que funcionen automáticamente, independientemente de quienes las manejan. Esto es cierto de la democracia y de los partidos políticos, de las cortes y de las salas de lo constitucional, de los tribunales electorales y de todas las instituciones humanas. En algunas sociedades funcionan muy bien, y en otras no funcionan, y en algunas de ellas funcionan bien en un período pero fallan en otros. Por eso es que en la historia hay sociedades que crecen y se desarrollan, y hay otras que no logran hacerlo, y hay otras que declinan después de haber logrado el desarrollo. Por eso también es que no es sabio diagnosticar la falla de un sistema simplemente porque una sociedad no ha podido ponerlo en práctica —como si alguien condenara como fracasados a los aviones porque ha habido un accidente aéreo.

En el país (y en el mundo actual) se ha vuelto muy de moda el tirar a la basura conceptual la democracia, los partidos políticos, y los políticos mismos y decir que hay que inventarse algo nuevo, algo que funcione sin ninguna falla, independientemente de que los que lo manejen sean ineptos, sinvergüenzas, o ignorantes. La pregunta clave es, “¿y quién los va a sustituir?”.

Estas afirmaciones no son nuevas. Benito Mussolini, Lenin, Adolfo Hitler y Mao. Estos y otros tiranos similares pronunciaron muerta a la democracia para sustituirla con sistemas de gobierno que, en su lenguaje, no dependían de partidos ni políticos. Tanto los nazi-fascistas como los comunistas establecieron sus tiranías haciendo sólo un cambio de números y de nombres, prohibiendo todos los partidos políticos excepto uno (el de ellos), y dejando de llamar políticos a los que manejaban éste y el gobierno, llamándolos en cambio líderes, o camaradas, o miembros de la vanguardia del proletariado. Tanto los unos como los otros fundieron dentro del único partido que dejaron en pie todas las instituciones del Estado, convirtiendo al gobierno, las cortes, las asambleas, los sindicatos, las gremiales en títeres de lo que decidían las autoridades del partido único.

En este cambio de nombres los nazi-fascistas y los comunistas cambiaron la esencia de la política. Los sistemas verticales y tiránicos que ellos instalaron usan las instituciones para transmitir las órdenes del pequeñísimo grupo que manda en el partido único y en el país entero. En la democracia el papel de los partidos y de los políticos es otro. En toda sociedad hay un caos natural, causado por las muchas opiniones encontradas, por los sueños de futuros que no necesariamente son consistentes unos con otros, y por las grandes incertidumbres que nublan el futuro. El papel de los políticos y de los partidos es introducir orden en este caos, organizando los temas, auscultando las posibles avenidas de entendimientos, y buscando la manera de acomodarlas para producir acuerdos sos-tenibles. La gran diferencia con las tiranías es que éstas logran la unidad basada en la fuerza bruta del tirano, mientras que en la democracia la unidad se logra en la diversidad.

En esta ocasión debe reconocerse que los partidos políticos, y los políticos, han funcionado y han cumplido con su tarea, logrando una unidad en la diversidad. Han logrado producir y aprobar una reforma que realmente ayudará a los pensionados presentes y futuros, a pesar de las grandes diferencias que tenían cuando el proceso comenzó hace unos años. Es un gran triunfo para la democracia y una demostración de que puede funcionar en El Salvador.

*Máster en Economía

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.