Crisis en seguridad pública ¿Qué hacer?

Debe realizarse una recuperación real de todos los territorios controlados por las estructuras pandilleriles. El desfile de tanques y soldados en nuestra capital solamente buscan crear un componente disuasivo.

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Por Mirna Navarrete

27 September 2017

Nuestro querido El Salvador sangra. Son heridas que siguen multiplicándose y exterminando a familias enteras. Nuestro país, nuestra gente, no soporta más la vorágine delincuencial que nos agobia desde hace tiempo atrás y en los últimos tres días ha tenido una escalada impresionante y alarmante.

La violencia acabó con la vida de 40 personas durante el sábado 23 de septiembre, según datos de la Policía. Entre las víctimas se encuentran dos agentes de la corporación policial. Con esos 40 homicidios suman 92 entre jueves, viernes y sábado de la semana recién pasada, luego de varias semanas de una aparente reducción de la violencia. Este sábado se convirtió en uno de los días más violentos en los últimos dos años. El alza de homicidios comenzó el jueves pasado en el que se registraron 21 asesinatos. El viernes aumentó a 31 crímenes y el sábado se elevó a 40 muertes.

Las maras o pandillas son las principales responsables de esta criminalidad atroz que tenemos a diario. Estas estructuras criminales han tomado mucha fuerza debido al control territorial que poseen en varias zonas del país. Este es su terreno fértil donde su accionar se facilita enormemente; en los territorios controlados amedrentan a los habitantes, extorsionan a negocios, reclutan a niños y jóvenes para sus ilícitos fines, asesinan a personas ajenas a la zona, tienen lugares donde esconden drogas, armas y campos de entrenamiento.

Ya lo he mencionado anteriormente, la seguridad no debe limitarse y centrarse en la disminución de los homicidios. Debe realizarse una recuperación real de todos los territorios controlados por las estructuras pandilleriles. El desfile de tanques y soldados en nuestra capital no sirve de mucho, solamente buscan crear un componente disuasivo en la delincuencia y esta se desplazará a zonas con menos presencia militar y policial como sucedió el fin de semana.

Desde hace mucho que se conocen los lugares controlados por las maras y pandillas y del arsenal que poseen en sus manos; es imperativo que fuerzas élites de la PNC realicen operativos masivos para desarticular y desarmar a estos criminales; el Ejército no debe inmiscuirse en esta labor debido a que su formación no compete a la seguridad pública.

La PNC posee un protocolo de actuación para garantizar el respeto a los derechos humanos, el uso proporcional, progresivo y diferenciado de la fuerza física al intervenir sospechosos es uno de ellos y el cuerpo castrense no lo conoce y el equipo de trabajo que poseen no es el idóneo para ello. Operativamente la PNC ha demostrado alta efectividad, sometiendo a pandilleros en los más de 700 enfrentamientos armados que han tenido en este año, las bajas policiales se han dado cuando los agentes están de licencia en sus viviendas.

La militarización de la seguridad pública es un error, porque al volcarse a las calles con tanques y soldados y no bajar los niveles de delincuencia se envía un mensaje grande de incapacidad para lidiar con este flagelo y los delincuentes arrecian con más fuerza sus acciones.

Aparte de una represión bien enfocada se necesita prevención social: acciones para atender factores personales, familiares y sociales que predisponen a una persona a cometer delitos, desarrollo social y económico, servicios de salud y educación, con énfasis en la situación de niños y jóvenes en riesgo. Prevención para la rehabilitación: acciones destinadas tanto a la víctima y al victimario. Prevención comunitaria: creando mejores condiciones de seguridad en los vecindarios para influir sobre la delincuencia, la victimización y la inseguridad. No es tarea fácil, pero urge que se tomen medidas serias para salir de esta crisis que tenemos actualmente en seguridad pública.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

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