Voto joven

Es un círculo vicioso: los que deciden sobre prioridades son las generaciones que no necesariamente tienen interés en soluciones de largo plazo, sino en sus propios intereses de supervivencia.

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Por Mirna Navarrete

21 September 2017

El Salvador es un país de jóvenes, pero las elecciones son decididas por los viejos. Según un estudio de Fusades, para el 2018 el 30 % de los aptos a votar son jóvenes entre 18 y 29 años; y si sumamos los adultos entre 30 y 39 años, hay una mayoría de 50.8 %.

Pero ambos grupos mostraron una participación electoral marcadamente menor que los salvadoreños de 40 años para arriba.

Por otra parte, los problemas más importantes pendientes de resolver son temas que afectan prioritariamente a los jóvenes y su futuro: educación, pensiones, seguridad pública. En los tres campos hay una enorme deuda con el futuro, o sea con los ahora jóvenes. En los tres campos urgen políticas públicas que por su carácter integral y estructural son de largo plazo: no van a definir la vida de los ahora adultos, sino predeterminar el futuro de los ahora jóvenes o niños.

Resulta absurdo que los jóvenes sigan dejando estas decisiones en manos de la generación de sus padres y abuelos. Parte del absurdo es que en un país demográficamente tan joven nadie da prioridad a la tarea de promover la participación política y electoral de los jóvenes. Es un círculo vicioso: los que deciden sobre prioridades son las generaciones que no necesariamente tienen interés en soluciones de largo plazo, sino en sus propios intereses de supervivencia.

Desde el punto de vista de sus propios intereses, la generación que sigue controlando al Estado, la economía y la sociedad, tiene razón para sospechar que los jóvenes, al tomar protagonismo, llevarían al país hacia otros rumbos.

En Alemania se practica desde hace 20 años un experimento que se llama “Juniorwahl - elecciones junior”. Una semana antes de cada elección general, se celebran elecciones donde los jóvenes entre 15 y 18 años votan -sobre la misma oferta electoral de los partidos. Este año se espera que en 3,500 escuelas participen más de un millón de adolescentes.

Lo interesante es que, según los resultados de las “elecciones junior”, en las 4 últimas elecciones federales (de 2002 a 2013) hubieran salido mayorías parlamentarias (y por tanto gobiernos) muy diferentes a los electos en las elecciones de sus padres.

En las elecciones federales de 2002, los socialdemócratas salieron empatados con los conservadores, pero junto con Los Verdes lograron una mínima mayoría de diputados, y su canciller Gerhard Schroeder pudo seguir gobernando. Pero en las “elecciones junior”, los socialdemócratas ganaron una clara mayoría (43 % en vez de 38.5 %), y sus socios del partido Los Verdes lograron un sensacional 14.6 %, en vez de los 8.6 % en las elecciones reales. Los jóvenes hubieran dado un claro mandato al programa de reformas de los socialdemócratas y verdes y esta colación no hubiera sufrido el fracaso que obligó a Schroeder a convocar elecciones adelantadas en 2005.

En 2005, la coalición reformista socialdemócratas/verdes perdió el poder. Pero tampoco la alianza conservadores-liberales logró una mayoría. Se estableció la “coalición grande” entre socialdemócratas y conservadores, bajo la dirección de Angela Merkel. Pero en las “elecciones junior” el resultado fue al revés: los socialdemócratas ganaron a los conservadores, y Los Verdes ganaron claramente a los liberales. Según los jóvenes, la alianza reformista hubiera continuado gobernando, con una mayoría parlamentaria.

En 2009, pasó algo insólito: el electorado (adulto) castigó a los socialdemócratas por haber entrado en coalición con los conservadores. Perdieron en grande, bajando a 23 % frente a los conservadores con 33.8 %. Merkel logró una mayoría parlamentaria en coalición con los liberales. Hora de la contrarreforma…

Sin embargo, en las “elecciones junior”, el resultado fue diferente: los jóvenes castigaron parejo a ambos partidos de la “gran colación”. Ambos bajaron a un miserable 19 %, y los verdes se convirtieron en la primera fuerza, con 21 %, y los emergentes Piratas ganaron 12.2 %. Este partido rebelde, en las elecciones reales, quedaron con 2 % fuera del parlamento. Es decir, los jóvenes también querían sustituir la gran coalición, pero dieron mayoría absoluta a una coalición reformista aún más radical, incluyendo a los Piratas.

En 2013, el gobierno conservador-liberal fracasó. Los liberales ni siquiera lograron entrar al parlamento. Con 41.5 %, Angela Merkel derrotó claramente a los socialdemócratas y verdes, que juntos sólo llegaron a un 34.1 %. La única forma de garantizar la gobernabilidad: una nueva “coalición grande”, bajo dirección de Merkel.

Muy distinto fue el resultado de las “elecciones junior”. Los adolescentes entre 15 y 18 años dieron un mandato para una coalición reformista entre socialdemócratas, verdes y Piratas.

En las 4 “elecciones junior”, los jóvenes dieron apoyo a los partidos que propusieron reformas profundas en los campos educación, justicia social/pensiones, medio ambiente y (en el caso de los Piratas) transparencia y revolución digital. Si hubiera dependido de los jóvenes entre 15 y 18 años, Alemania hubiera sido gobernado por coaliciones reformistas, conducidos por cancilleres socialdemócratas, desde 1998, cuando Gerhard Schroeder puso fin a 16 años de gobiernos conservadores bajo Helmut Kohl, hasta la fecha…

Tradicionalmente, los resultados de las “elecciones junior”, aunque son celebrados una semana antes, se dan a conocer en la noche de las elecciones generales. Con un argumento absurdo: para que los jóvenes no influyan a los votantes adultos. Pero los jóvenes tienen todo el derecho del mundo de influir en las elecciones generales, porque es su futuro que está en juego.

*Columnista de El Diario de Hoy.