Te lo digo, Juan, para que lo entiendas, Pedro…

Ahora estoy más convencido de que los católicos debemos participar en la política como ciudadanos responsables, por el bien de todos.

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Por Mirna Navarrete

18 September 2017

Nunca un refrán tuvo tanto sentido como el que hoy tiene el título de esta publicación. Vale aquí transcribirle a “Juan”, para que lo entienda “Pedro”, las palabras textuales que recientemente escribí en otro artículo sobre el mismo tema: “…NO hay ningún proceso abierto en contra de mi persona…”, como maliciosamente lo da a entender “Juan”. “…Un proceso es aquel en el cual una persona es notificada o emplazada para presentar sus argumentos o pruebas, y en mi caso, no lo hay, o bien, se declaró INADMISIBLE. (las partes interesadas pueden abocarse a las instancias institucionales correspondientes para salir de dudas).

Por razones de ética y en congruencia con los estatutos del partido al cual pertenezco, y además como miembro de un COENA elegido históricamente por las bases, debo respetar la confidencialidad que se circunscribe única y exclusivamente a asuntos internos de mi partido.

Pero reitero, nunca se me ha abierto un caso en el Tribunal de Primera Instancia del partido…”. Como veo que los ataques en mi contra vienen de quienes les incomoda el hecho de ser yo católico y pro vida, además, fundador del medio digital católico Laus Deo, diario que también ha sido blanco de ataques, que si creyeron que las convicciones y principios son un bien transable, en mi caso, se equivocaron.

Ahora estoy más convencido de que los católicos debemos participar en la política como ciudadanos responsables, por el bien de todos.

La solución a la corrupción no es abandonar la política, sino participar en ella con principios cristianos. Jesús nos dijo que somos sal y luz del mundo. Esto debe aplicar primero a nuestra vida pero, si esta es auténtica, se manifiesta también en la política. La sal preserva de la corrupción, la luz permite que se vea la verdad. El fin no justifica los medios “Juan”, decíselo a “Pedro”, por favor.

Nunca será aceptable utilizar un medio en sí mismo perverso, para lograr un propósito. Por eso debemos condenar, por ejemplo, el terrorismo, el aborto, el secuestro, la mentira y la difamación.

El bien común debe estar por encima de intereses personales. En una democracia los gobernantes son elegidos por el voto popular. Por eso todo ciudadano tiene la responsabilidad de votar habiendo seriamente estudiado los temas y conocido la posición de los candidatos.

Un católico no puede eludir su responsabilidad civil, ya que eso sería cederle el paso al mal. El hecho de que haya mucha corrupción en la política no exonera al cristiano de su responsabilidad. Más bien le debe retar a trabajar por un mundo mejor. El que no vota o vota sin atención a las leyes de Dios es culpable de los resultantes males. “Los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política” (Vaticano II, Ch L 42).

Los obispos de Estados Unidos declararon a finales del siglo pasado: “En la tradición católica, la ciudadanía es una virtud y la participación en el proceso político es una obligación” (Documento “Political Responsibility”).

Lo anterior refuerza mi convicción de que los principios que mueven a ARENA y los valores y convicciones que profeso jamás deberían resultar incompatibles. Por el contrario, son premisas que se integran, se complementan y se fortalecen recíprocamente. Mi conducta personal nunca se ha apartado de ese punto de vista.

Finalmente, recuerden siempre queridos “Juan” y “Pedro”, la libertad es un don que conlleva una gran responsabilidad. Como católicos estamos comprometidos a ejercer nuestra libertad siempre para hacer el bien y nunca para violar los derechos ajenos.

« Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres ».

*Colaborador de El Diario de Hoy