Rossemberg es mi embajador

En estos tiempos ya no deberíamos juzgar con antorchas a personas distintas, cuando vivimos en una República que reconoce los derechos de todos; incluso, la misma Biblia habla claramente de amar a tu prójimo como a ti mismo.

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Por Mirna Navarrete

17 September 2017

La inauguración de consuma 2017 fue un “show espectacular”. Así fue considerada por el público presente, nacionales y extranjeros. Fue un evento plagado de color, luz, música, fuego, magia. Algo digno del Primer Mundo. Ese impresionante show fue montado por un salvadoreño talentosísimo. Este salvadoreño ha trabajado en la puesta en escena de obras del ballet de Cuba, Cirque du Soleil y el Carnaval de Río de Janeiro. Ese salvadoreño es Rosemberg Rivas, un talento, capaz de brillar en cualquier parte del mundo.

En el mundo hay salvadoreños diseñadores, periodistas, abogados, economistas, administradores, médicos, maestros, ingenieros, obreros, secretarias, empleados de todo tipo, capaces de sobresalir por su entusiasmo y buen trabajo. Todos con actividades, pensamientos y aspectos diversos, pero merecedores de todo el respeto por el esfuerzo que realizan.

Ante esta diversidad resulta incomprensible que los salvadoreños todavía centremos nuestra atención en aspectos personales de alguien, más que en el talento que brota de su trabajo. En El Salvador parece que tiene más realce que una persona sea alta, bajita, gorda, flaca, heterosexual, gay, o que si se viste de una u otra manera. Lo anterior tiene más importancia que si esa persona destacó por mérito propio o que si se esforzó para lograr el reconocimiento a nivel nacional y mundial. Estamos sumidos en la falta de empatía y descalificaciones burdas.

El mundo actual, y El Salvador después de la guerra, ha generado condiciones para que distintas personalidades se expresen y nos mostremos tan diversos como podemos ser. Ello con base en la libertad, que no es más que la posibilidad para que cada pueda discernir el mundo y conseguir una vida plena; es aquello que permite desarrollar la personalidad y pensamientos de cada uno. La libertad permite que las distintas perspectivas se expresen y desarrollen su talento sin miedo, fomentando la diversidad, el intercambio de ideas y el avance en distintos ámbitos. En nuestro país la diversidad estuvo escondida, suprimida o dormida por dos décadas, o quizá más.

La libertad y el reconocimiento del valor de las demás personas han permitido a la humanidad superar barreras difíciles como la esclavitud, las dictaduras, el nazismo, el racismo, la discriminación a las mujeres y muchas otras situaciones represivas y excluyentes. Sin esa apertura a la diversidad, sin esa posibilidad de ver el talento más allá de consideraciones subjetivas o de paradigmas conservadores, grandes talentos en el ámbito musical, como Juan Gabriel, Elton John, George Michael, Freddie Mercury y David Bowie nunca nos habrían heredado sus obras.

En estos tiempos ya no deberíamos juzgar con antorchas a personas distintas, cuando vivimos en una República que reconoce los derechos de todos; incluso, la misma Biblia habla claramente de amar a tu prójimo como a ti mismo y dice que el que ama a Dios, que ame a su prójimo. Si no comulga con los pensamientos de otras personas y quiere que esas personas se acerquen a sus creencias, hay formas civilizadas de dialogar, dejando a un lado la confrontación, insultos y desacreditaciones personales.

Usted no está en la obligación de compartir la orientación sexual de muchas personas ni su forma de vestir ni sus pensamientos o credo. Pero si dichas acciones no le afectan (más que a sus propias susceptibilidades), creo que debe considerar el respeto a las decisiones de los demás. Si queremos progresar como sociedad, es necesario que tengamos la suficiente tolerancia de aceptar y dejar fluir ideas y personalidades distintas, así como merecemos que se acepten libremente las nuestras.

También tenemos que aprender a reconocer el valor de la otra persona y a ver el talento o las virtudes de la gente, más allá de su apariencia. En una república todos tenemos derechos; si a usted le molesta cómo se viste alguien lo invito a que se tape los ojos y abra un poquito la mente. Todos merecemos ser aceptados, porque somos libres e iguales. Rossemberg Rivas es mi embajador de país en las artes.

*Columnista de El Diario de Hoy.