Realidad, no populismo

Los candidatos o precandidatos para cualquier puesto público tienen que darle un cambio de dirección total a la forma de hacer política, para que eventualmente tengamos un gobierno que no solo prometa, sino que funcione.

descripción de la imagen

Por Mirna Navarrete

10 September 2017

Aunque muchos no queramos, el periodo electoral ha iniciado. En medio del mar de promesas que empiezan a surgir está el hartazgo de la ciudadanía sobre la forma tradicional de hacer política en El Salvador. Esa apatía es alimentada por los asesores de muchos candidatos, quienes tienen como credo de campaña que el contenido es irrelevante si logran hacer el ruido suficiente; una foto en portada o viralizada en redes sociales vale más que diez propuestas de políticas públicas bien elaboradas.

Los políticos saben que el populismo ha sido la forma de ganar las elecciones en el pasado. Regalar promocionales, prometer cosas que en la realidad son imposibles, gobernar sin un plan específico y deslegitimar al contrincante han sido las estrategias de muchos. Y la falta de educación de la población ha colaborado a que el populismo partidista sea receta para alcanzar el poder. Pocos han comprendido que esta forma de hacer política no solo es vacía y hasta absurda, sino que causa un grave daño a la democracia de un país.

La ola populista surge como respuesta a la incapacidad de los políticos a brindar soluciones realistas a los problemas que aquejan a la ciudadanía. Los populistas prometen lo inasequible, el placebo temporal, sin considerar los costos o el déficit que generarán sus propuestas. Los populistas dicen lo que la gente quiere escuchar, aunque sean cuestiones inviables. ¿Quién no quiere recibir una pensión más alta? ¿Quién no quiere que regalen uniformes y zapatos para sus hijos? Pero nadie nos dice de donde saldrá el dinero para financiarlas, ni si estas acciones de verdad están ayudando a minimizar el problema principal.

No solo necesitamos campañas y políticos con una retórica política persuasiva que devuelva la ilusión a una ciudadanía; es urgente que los políticos construyan los cimientos de esa ilusión, que tengan ideas y planes concretos sobre la forma en que resolverán los problemas de la población, así como un equipo con capacidad de ejecución. Los candidatos o precandidatos (irrelevante el nombre cuando se conocen sus intenciones) para cualquier puesto público tienen que darle un cambio de dirección total a la forma de hacer política, para que eventualmente tengamos un gobierno que no solo prometa sino que funcione.

Necesitamos gente que sepa dirigir y ser líderes para el país; pero también, urge que esas personas tengan ideas claras, al mejor grupo de expertos para elaborarlas y ejecutarlas, y la capacidad política de negociar consensos entre las distintas fuerzas políticas. Necesitamos personas que tengan la habilidad de escuchar críticas o las buenas ideas de la contraparte, que dejen a un lado el ego político y la manía de desprestigiar a todo aquel que piense distinto. Lo contrario terminará de hundir a la ya desgastada política salvadoreña.

En El Salvador abundan los grupos políticos preocupados por sus intereses y ajenos de la realidad que vive la mayoría. Se adjudican la voz del pueblo cuando poco conocen la precaria realidad que estas personas tienen que vivir con un dólar al día, cuyos hijos van a escuelas sin agua y hacen hazañas para llevar comida a su casa. No tienen como prioridad identificar problemas reales, elaborar respuestas realistas, ejecutar proyectos ni medir consecuencias; lo único que tienen en mente es ganar.

La política partidaria ya llegó a un punto muerto, pues los políticos carecen de credibilidad ante la mayoría de la población. No hemos hecho nada por construir un debate público decente. Ahora necesitamos un cambio radical que les permita ir convenciendo poco a poco a la ciudadanía que no son más de lo mismo; y esto solo lo podrán hacer políticos y políticas públicas enfocados en resolver problemas y no solo en ganar una elección. No se conviertan en cómplices del decaimiento de la democracia. Elevar el nivel de discurso político y que este sirva para ayudar al país necesita la colaboración de los políticos que proponen y de una ciudadanía más activa que escuche.

*Columnista de El Diario de Hoy.