Johnny y Nayib

Ambos incursionaron en política desde muy jóvenes, se han mostrado irreverentes y renuentes a simplemente aceptar las líneas políticas impuestas por los líderes históricos de sus institutos políticos y se han atrevido a criticarlos, pero sus diferencias son abismales.

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Por Mirna Navarrete

10 September 2017

Johnny Wright y Nayib Bukele desde hace unas semanas son una constante en las redes sociales en cuanto a comentarios y opiniones, respecto a las posturas y postulados políticos que ellos exponen, los cuales tienen una característica en común: son contrarios a las corrientes imperantes en los institutos políticos, ARENA y FMLN, que les sirvieron de plataforma para alcanzar los puestos públicos que ahora poseen.

Entre ellos hay muchas coincidencias: ambos decidieron incursionar en política desde muy jóvenes. Ambos alcanzaron éxito político relativamente rápido y con relativa facilidad, muestra de que en nuestra sociedad existe un importante nicho de votantes que desean un cambio en la forma de hacer política, un cambio de rostros, así como una sacudida a las corrientes ideológicas heredadas de la Guerra Fría.

Ambos se han mostrado irreverentes y renuentes a simplemente aceptar las líneas políticas impuestas por los líderes históricos de sus institutos políticos. Ambos han roto con la corriente conservadora de sus partidos (aclaro: no solo ARENA es conservador; el Frente, o al menos su dirigencia, es muy conservador en términos políticos de izquierda. Basta y sobra leer su postura oficial respecto a los postulados políticos expuestos en el Foro de Sao Pablo). Los dos se han distinguido por atreverse a criticar públicamente a sus partidos, lo cual, asimismo, es novedoso en un país en donde los trapos sucios se siguen lavando en casa. Para muestra un botón: la renuncia de Francis Zablah de GANA. La renuncia fue pública, las razones privadas y la reconciliación se llevó a cabo a puerta cerrada.

Eso sí, las diferencias entre ambos son mucho más marcadas. A raíz de la propuesta de Johnny respecto a la despenalización del aborto --con base en ciertas causales--, hubo innumerables críticas y ataques en su contra. Respecto a este punto debo aclarar algo: en lo particular, considero que si bien es cierto no estoy de acuerdo con su propuesta, no puedo menos que respetar su valentía al proponerla. Ir a contracorriente en una sociedad tan religiosa y conservadora como la salvadoreña requiere una coherencia entre lo que se piensa, lo que se hace y lo que se dice, aún y cuando sostener esa coherencia implicó para él renunciar a su partido político y, probablemente, le costará su reelección como diputado.

Nayib, por su parte, ha demostrado tener una actitud poco menos que cuestionable. Ante tanta desavenencia pública, resulta obvio que la relación del Frente con Nayib es un noviazgo por necesidad. Nayib, sin duda alguna, es la mejor carta presidencial del Frente (ningún otro de sus miembros se le compara en las encuestas) y, para Nayib, el Frente es una valiosísima plataforma política, tomando en cuenta la disciplina de sus correligionarios, su voto duro, su capacidad logística y el control que ejerce en el TSE. Por todo ello, hoy por hoy, aún y los insultos y diatribas en las redes sociales, continúan juntos. El tórrido noviazgo se mantiene.

Por su lado, a raíz de su propuesta para la despenalización del aborto y debido a que no se permitió llevar a Aída Betancourt como su suplente, Johnny se distanció de ARENA, se retiró como candidato de dicho partido político y dijo que explorará otras opciones como candidato independiente, las cuales, para ser sincero, no le brindan ningún tipo de seguridad de reelección; pero lo está haciendo, porque es lo que la gente coherente hace: sus acciones son consecuentes con sus pensamientos. Si no se comparten principios, lo correcto es renunciar.

Por su parte, Nayib continúa rodando la película “Mauricio Funes Reloaded”, pretendiendo hacer creer a los posibles votantes que mantiene algún punto de unión ideológico o político con el Frente y que, por lo tanto, continúa siendo del Frente, pero sin perder su carácter de “outsider”; cuando la realidad es que un día si y otro también, se dicen de todo en las redes sociales, o simplemente decide hacerles un desaire tan grande, que ni siquiera llegó a su proclamación como candidato en la convención del partido.

Entre ambos políticos, Johnny y Nayib hay similitudes, pero sus diferencias son abismales. Uno renuncia a su partido, de forma pública y transparente, señalando claramente cuáles son los puntos de la desavenencia y tomando su propia ruta, aunque le cueste su candidatura; el otro, dando una muestra de un cuestionable pragmatismo político, con base en el cual, no obstante, hay serias desavenencias públicas, pero él y su partido prefieren continuar juntos simplemente, porque les conviene. Esa es una actitud propia de aquellos que buscan el poder a toda costa, aun cuando ello implique renunciar a sus principios.

Independientemente de que te caiga bien o mal, apoyes o no sus propuestas, Johnny ha dado clases gratuitas de coherencia, transparencia y honestidad con sus posturas públicas y privadas; bien harían muchos políticos en imitarle.

*Abogado, máster en Leyes.

@MaxMojica