Discusiones bizantinas

Mientras tanto, el ejército de los bárbaros utilizó el precioso tiempo perdido en discusiones inútiles, en adquirir armas y en construir estructuras para el asalto a los derruidos muros de la ciudad.

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Por Mirna Navarrete

03 September 2017

Los sabios habían sido convocados para organizar la defensa de Bizancio ante el ataque del ejército de los bárbaros que se acercaba peligrosamente a la ciudad. Cada uno de ellos llegó creyéndose el más puro depósito de la sabiduría apropiada para reconstruir las murallas que la rodeaban y para organizar de la mejor forma su defensa.

–Hermanos –dijo el primero en tomar la palabra–. Hordas de bárbaros se aproximan, amenazando nuestro orden constitucional, nuestra vida en democracia y nuestra libertad. Sugiero humildemente –el sabio siempre decía “humildemente” cuando quería darle fuerza a su discurso, aunque de humilde no tenía nada– que procedamos a la defensa de la siguiente forma:

designemos a un líder entre nosotros para que nos una y nos represente en los trabajos de reconstrucción del muro; consigamos los fondos para levantarlo; dejemos a un lado las diferencias y unámonos todos alrededor de las mismas necesidades y propósitos; ordenemos que se elaboren abundantes lanzas, arcos y flechas y llamemos a las armas a todo los ciudadanos aptos para la lucha.

Una atronadora salva de aplausos se escuchó luego de pronunciado el discurso. A continuación, otro tomó la palabra.

–Sabias palabras, hermano –dijo el otro sabio–. No puedo estar más de acuerdo con ellas, pero mi clan ha presentado un plan levemente diferente al tuyo. Es mi humilde opinión –dijo el sabio, ya que era necesario decir “humilde” para ponerse al mismo nivel del otro–, que en vez de mandar a elaborar “lanzas, arcos y flechas”, primero empecemos por las flechas, que son lo más importante. Pero éstas tienen que ser de pino y con plumas de pato chancho. Si no aceptan la elaboración masiva de flechas como primera acción y con las características que he descrito, creo que nuestro clan no tendrá más opción que la de retirar su apoyo. Mis principios no son negociables.

Un murmullo se escuchó en toda la sala. A continuación intervinieron otros sabios, explicando la importancia de empezar, primero, a elaborar arcos, mientras otros sostenían que, de acuerdo con sus propios análisis, lo importante eran las lanzas. Conatos de violencia se dieron en el Consejo. Un senador acabo sin un diente porque otro sabio le tiró desde atrás un pesado y antiguo libro que hablaba sobre la tolerancia.

La discusión les llevó dos meses, período en el cual los bárbaros debidamente adoctrinados, ideologizados y obedientes, continuaban en ordenadas filas, en su inexorable marcha hacia la ciudad. La discusión entre los sabios no cesó hasta que concluyeron que para que nadie se peleara, iban a elaborar las lanzas, los arcos y las flechas al mismo tiempo y que iban a ser color amarillo neón, porque ese color le gustaba a los milenials.

Finalizada la discusión, el sabio a quien le habían tumbado el diente, prosiguió:

–Propongo a nuestro hermano Porolopoco, para que sea él quien supervise la construcción del muro y sea nuestro líder, además para que dirija…

El sabio no pudo terminar su propuesta ya que la sala de sesiones se sumió en el pandemónium más absoluto: sillas volaban, libros eran desgarrados, togas rasgadas, barbas y pelos jalados. Se escuchaban gritos de “¡es un advenedizo! No tiene más de 11 meses 24 días y 3 horas de haber venido a la ciudad y además no canta bien el Himno”; “¡no nació en Bizancio!”; “¡ha hecho críticas al Senado!”; “¡habla como gringo!”. Los sabios se llevaron 3 meses discutiendo el perfil adecuado del líder…mientras tanto, el ejército de los bárbaros utilizó el precioso tiempo perdido en discusiones inútiles, en adquirir armas y en construir estructuras para el asalto a los derruidos muros de la ciudad.

La elección del líder fue traumática: dos sabios acabaron muertos (uno de viejito y el otro por que de la decepción se puso bolo y se murió del golpe que se dio cuando se tropezó con el ruedo de su toga). Dos clanes importantes se separaron y dijeron que iban a fundar su propio senado e iban a levantar un murito chiquito ellos solos.

Ya a punto de iniciar la reconstrucción del muro, un sabio tomó la palabra:

–Creo que hemos pasado por alto una situación trascendental para los intereses de Bizancio: el color que tendrá el muro. Yo propongo que sea rosado.

No hubo terminado sus palabras cuando un nuevo ataque de locura reinó en el Senado. Gritos de “¡infiltrado!”, “¡agenda oculta!”, “¡abortista!”, “¡pro gay!”, se escucharon en el recinto. El sector más conservador sacó sus espadas listo para el ataque. Mientras tanto, sin darse cuenta, la ciudad de Bizancio había caído en manos de los bárbaros y mientras los sabios continuaban discutiendo estupideces y situaciones importantes pero que podían ser analizadas después, los ciudadanos perecían bajo la espada del ejército invasor. La ciudad entera ardía en llamas...

*Abogado, máster en Leyes.

@MaxMojica