El esenciador

Vamos a la esencia de la educación: una buena maestra, con vocación y buena preparación para la docencia, con ganas de hacer bien su trabajo, a la que se dota de materiales relevantes y planes detallados de lecciones es más eficaz que otras costosas medidas.

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Por Elizabeth Castro

01 September 2017

Era un cilindro de hojalata de unas tres pulgadas de diámetro formado por dos cuerpos: el cuerpo superior, abierto por arriba y con un muy fino colador por base, servía para contener el grano molido y hacerle pasar el agua; el inferior, servía de base al superior y recogía la esencia. El procedimiento para hacer esencia era simple pero requería de tiempo y cuidado: se preparaba el esenciador mientras se hervía el agua en una olla aparte (La palabra esenciador no la registra el diccionario de la RAE, pero ¿de qué otra manera se puede uno referir al instrumento con el que se consigue una esencia?). Cuando el agua hervía, se la hacía pasar, lo más caliente posible y a pacientes cucharadas, por el cilindro de arriba. No servía echarle toda la ollada de una vez, ¡no! (La palabra ollada no la registra el diccionario de la RAE, pero ¿cómo se refiere nuestra gente cuando quiere significar el contenido entero de una olla?). Había que hacerlo por cucharadas y lentamente. Si no, la esencia habría salido rala y, por definición, esencia es el extracto líquido concentrado de una sustancia generalmente aromática (RAE).

Luego se echaba esa esencia en el lindo esenciero de cristal que se llevaba a la mesa, que lucía regio, pero que había que manipular con cuidado para no quebrar el delicado tapón. (La palabra esenciero sí la registra el diccionario de RAE ¡qué se creyeron!). La esencia era de café y servía para darle sabor a la leche del desayuno. (Leche que, durante mi niñez primera, llegó cada mañana a casa, fresca y sin pasteurizar de una finca de Mejicanos, con su capa de nata, lo que me la hacía odiosa y que solo podía pasar en el desayuno con la ayuda de la aromática y sabrosa esencia).

Luis A. Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, me ha hecho recordar la esencia de café de mi niñez a raíz del anuncio de la más reciente publicación del BID en educación “Aprender mejor: políticas públicas para el desarrollo de habilidades”. En un párrafo del artículo promocional del documento dice Moreno: “En la escuela existen intervenciones simples y costo efectivas que están siendo ignoradas o subutilizadas. La región ha gastado demasiados recursos en políticas costosas que tienen un impacto pequeño en el aprendizaje de los alumnos. Brindar un mayor apoyo a los maestros en la planificación de sus lecciones puede ser una mejor alternativa a otras opciones más costosas…

Otra política que sabemos que funciona y que no es cara: programas de apoyo a los maestros que favorezcan su labor en las aulas con materiales relevantes y planes detallados de lecciones en el aula. Ayudan al aprendizaje de los niños y hacen la vida más fácil a los docentes”.

En otras palabras, vamos a la esencia de la educación: una buena maestra, con vocación y buena preparación para la docencia, con ganas de hacer bien su trabajo, a la que se dota de materiales relevantes y planes detallados de lecciones es más eficaz que otras costosas medidas que, con el disfraz de tecnología de última generación, se quiere hacer pasar por eficaz.

A muchos colegios y escuelas les está pasando esto: enfocados en estar a la vanguardia, equipan las aulas con vídeos, equipos de sonido, de laboratorio, de tecnología de punta y se olvidan de apoyar y supervisar las clases que dan sus maestras…. Si eso les pasa a las escuelas, lo que les sucederá a los inmensos ministerios de Educación de la región.

Pensar en los ministerios de Educación hace recordar a Vallejo y su poema “La araña”:

“Es una araña enorme que ya no anda;(…) Y he pensado en sus ojos invisibles, / los pilotos fatales de la araña. /Es una araña que temblaba fija/en un filo de piedra; /el abdomen a un lado, /y al otro la cabeza. Con tantos pies la pobre, y aún no puede/resolverse. Y, al verla/atónita en tal trance, / hoy me ha dado qué pena esa viajera. / Es una araña enorme, a quien impide/el abdomen seguir a la cabeza. / Y he pensado en sus ojos y en sus pies numerosos.../ ¡Y me ha dado qué pena esa viajera!

Jaume Segura, exembajador de la Unión Europea en el país, ha dicho bien lo que de Hato había que decir.

*Psicólogo

y colaborador de El Diario de Hoy.