Tocar madera…

La locución utilizada por el segundo funcionario de elección popular más importante de la nación invita a que “cada quien vele por su santo”.

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Por Mirna Navarrete

30 August 2017

Las más altas esferas políticas del gobierno han pedido que “toquemos madera”. Con ello pretenden evitar atentados en contra de los periodistas de investigación. El vicepresidente de la República utilizó esta expresión frente al riesgo que corren los cronistas de El Faro y los de la Revista Factum. Ellos publicaron recientemente un reportaje que delató supuestas estructuras de exterminio al interior de la Policía Nacional Civil.

El desliz del funcionario se ha interpretado como la incapacidad del Estado para cuidar de sus ciudadanos. Un aspecto que ya no asombra a la población porque diariamente todos debemos “tocar madera” si no queremos engrosar las estadísticas de homicidios. Buena parte del país sigue bajo el asedio de las pandillas y las extorsiones no se detienen.

La declaración del vicepresidente se extiende a los miembros de la sociedad civil organizada que denuncian actos de corrupción, a los funcionarios que administran justicia, a los que les corresponde la indagación de los delitos y a cualquiera que se atreva a exponer un problema que afecte a la estabilidad política. Ellos también deben “tocar madera”.

La locución utilizada por el segundo funcionario de elección popular más importante de la nación invita a que “cada quien vele por su santo”. En otras palabras, cuando la autoridad encargada de atajar la ola de violencia que azota a la comunidad cree más en el azar y la fortuna que en sus propias competencias, se confirman los resultados de varios estudios en los que a la gente ya no le importa violentar la ley con tal que ellos y su grupo familiar estén fuera de peligro.

La muerte de 19 agentes de la PNC y de 10 miembros de la Fuerza Armada muestra que no siempre las supersticiones dan resultado. Para el vicepresidente los asesinados no “tocaron madera”. La institución policial reprime a los delincuentes, intenta prevenir otros actos fuera de la ley y mantiene una lucha constante contra las organizaciones pandilleriles. La reacción de los malhechores ha sido la del ajusticiamiento de los policías, de sus familiares y de los soldados que los apoyan. Ciertamente debe revisarse la estrategia de seguridad, justificar la necesidad de más recursos y persuadir a los liderazgos nacionales para que respalden a la Policía a través del Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia.

Sin embargo, el sacrificio de la fuerza pública se viene abajo cuando uno de los inquilinos de Casa Presidencial le desea “buena suerte” a un medio digital insinuando que sus empleados pueden ser víctimas de un acto criminal. Su afirmación deja entrever que no existe idoneidad en el Estado para garantizar la vida ni de quienes ejercen el oficio de informar ni del resto de hombres y mujeres que habitan el territorio nacional.

En realidad debemos “tocar madera” con otras intenciones. Urge que en 2018 se elijan magistrados de los de la talla que actualmente integran a la Sala de lo Constitucional; que en ese mismo año se celebren elecciones municipales y legislativas que superen los inconvenientes del proceso de 2015; y que se mantenga el combate a la corrupción y el acceso a la información pública.

También es necesario ejecutar este ritual para que perduren los privilegios migratorios y los beneficios económicos y comerciales con los Estados Unidos y no los afecte la política exterior del presidente Sánchez Cerén en relación a la situación venezolana; para impedir la estatización de los ahorros de quienes confiaron en el sistema de pensiones; con el objeto de pactar un acuerdo fiscal integral que evite nuevos impagos; y para que se discuta una política de seguridad que atienda el aflictivo estado de la seguridad pública.

Seguramente los pobres siguen “tocando madera”, porque quieren salir del círculo vicioso en el que se encuentran; los desempleados lo hacen para encontrar una ocupación que les genere ingresos; los enfermos lo intentan con el deseo que la salud pública atienda sus necesidades; y los empresarios lo repiten exigiendo seguridad jurídica.

En todos estos casos es preciso colocar la mano sobre el objeto más próximo fabricado de ese material; pero los golpecitos no deberían exigirse cuando se trata del cumplimiento de las obligaciones propias del Estado.

 

*Columnista de El Diario de Hoy