Alumnos machos y alumnos hembras

Los estudiantes actuales tienen en internet la biblioteca más completa que se pueda haber imaginado jamás. Sin embargo, leen, consultan y aprenden menos que antes.

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Por Elizabeth Castro

25 August 2017

K. es un estudiante universitario inquieto, creativo e interesante; converso con él con frecuencia pues está graduándose de “una” Escuela de Comunicación del país. Como parte de su formación, el año pasado hizo un trabajo para apoyar las visitas que escolares realizan a las instalaciones del MARTE; allí tuve la suerte de colaborarle. Ahora está iniciando su trabajo de graduación: resulta grato escucharlo en sus acercamientos, dudas y observaciones. No estudia psicología ni educación, sino diseño estratégico, así que estoy aprendiendo mucho con él.

Es buen investigador el chico: observa con atención, duda como Descartes, conversa como Sócrates, con los profesores, con los alumnos, con la directora, con artistas nacionales de renombre, con funcionarios del Ministerio de Educación; conversa con quien sea para conocer lo que necesita. Lee lo que le caiga: de diseño, de educación, de pedagogía, de psicología... ¿de qué más? No lo sé, pero lee; lo hace mientras viaja en el autobús del servicio público. Observar, Dudar, Leer, Conversar, Pensar, Organizar: las competencias básicas del investigador. El Sherlock Holmes de antes, de ahora, de siempre.

Su trabajo versará sobre las posibilidades de fortalecer, desde el arte, la didáctica de los maestros para facilitar el aprendizaje de los alumnos. Su “cliente”, que evidentemente no le pagará un cinco, es una escuela pública de la colonia Escalón. Hoy que lo recibo, viene de allí, disparando preguntas.

–¿Cómo se gana un docente el respeto de sus alumnos?

–La forma mejor en que un docente puede ganar el respeto de sus alumnos es demostrando conocer la materia. Si además de mostrar dominio, agrega puntualidad, sentido del humor, comentarios actualizados y comportamiento respetuoso, mejor todavía.

–¿El profesor debe establecer el vínculo de cercanía emocional dentro del salón de clases o fuera de él?

–Obviamente que dentro del salón de clases; pero sucede que, una vez el vínculo ha sido establecido, el alumno querrá estar con el docente, así sea fuera del salón de clases.

–¿Cómo se mantiene el interés de un alumno?

– Te cuento un cuento. Hubo un tiempo en la historia que no había computadoras ni laptops ni teléfonos inteligentes. Los libros de texto eran gordos, “llenos de letras” (como exclamó un día una estudiante), sin ilustraciones ni diagramación atractiva como los actuales. Los maestros enseñaban con pizarra y tiza por todo instrumento, algún mapa o franelógrafo tal vez. Skinner, padre del conductismo en Psicología, inventó las “máquinas de enseñanza”, primer instrumento que, al ofrecer programas de aprendizaje controlados por el mismo alumno, cuestionaba la necesidad de docentes en las aulas.

¡Grandes críticas! En defensa de su invento, él argumentó que “todo aquel profesor que pueda ser reemplazado por una máquina de enseñanza, ¡merece ser remplazado por una!”, queriendo significar que la principal función de un docente es motivar a los alumnos.

Por esos años, los términos macho y hembra no eran políticamente incorrectos. Un ilustre argentino, trabajador de la cultura, menos conocido y televisado que Messi o Maradona, los usaba para clasificar a sus lectores: hembra era “el lector que no quiere problemas sino soluciones, o falsos problemas ajenos que le permitan sufrir cómodamente sentado en su sillón, sin comprometerse en el drama que también debería ser el suyo”; macho era quien “puede llegar a ser copartícipe y ‘copadeciente’ de la experiencia por la que pasa el novelista, en el mismo momento y en la misma forma”. Tales sus declaraciones, allá por 1963, coincidentes con la publicación de su famosa novela “Rayuela”, durante el apogeo del Boom Latinoamericano en literatura. Lo sé, demasiado tiempo atrás como para que los actuales estudiantes salvadoreños conozcan el nombre de este importante autor o hayan leído alguna de sus obras. (Habrá que darnos por satisfechos con que nuestros profesores de lengua y literatura hayan leído a Julio Cortázar).

Sacá tus propias conclusiones, K. Te ayudo diciéndote que yo he acuñado para mí un principio psicopedagógico básico: “Alumno que aprende, no molesta”. Por eso me saca de quicio la paradoja de los tiempos modernos: los estudiantes actuales tienen en internet la biblioteca más completa que se pueda haber imaginado jamás. Sin embargo, leen, consultan y aprenden menos que antes. ¡Y encima, tienen el descaro de echar a sus profesores la culpa de sus pobres aprendizajes!

Ahora te pregunto yo, ¿cómo crees que se mantiene el interés de un alumno?

Haciéndolos pasar de alumnos hembras a alumnos machos– respondió él sin dudar en la terminología desenfadada de Cortázar.

*Psicólogo y colaborador de El Diario de Hoy.