La mejor hora

Al poco tiempo de Dunquerque, Francia se rindió. El Reino Unido quedó solo frente a la potencia militar más grande que había existido. Mucha gente pensó que se iba a rendir. Churchill aclaró la situación.

descripción de la imagen

Por Mirna Navarrete

17 August 2017

En estos días tan adversos para el país, en los que mucha gente se siente llena de desesperanza, tenemos que aprender mucho de la historia, realizando cómo otros pueblos han estado en situaciones peores que las nuestras y han sabido arrebatar la victoria de las fauces de lo que parecía una derrota asegurada. Hay una película, Dunquerque, ahora exhibiéndose en todo el mundo, que presenta uno de estos ejemplos.

A fines de mayo de 1940, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la Fuerza Expedicionaria Británica fue encajonada contra el mar en el puerto francés de Dunquerque por las fuerzas alemanas, numéricamente muy superiores, que estaban conquistando Francia en una ofensiva relámpago. La captura de las fuerzas británicas hubiera sellado la derrota de Gran Bretaña. Aunque pequeña para los estándares europeos del momento, la Fuerza Expedicionaria era la base del ejército británico que todavía había que construir para pelear contra Alemania (el Reino Unido siempre ha tenido ejércitos muy pequeños en tiempos de paz) y su pérdida era inaceptable. La Marina Real, sin embargo, no tenía los barcos necesarios para acercarse a la playa y salvar a los soldados. Entonces, el gobierno decidió llamar a la población para que ayudara a salvar a sus soldados con cualquier embarcación que tuvieran. La población respondió en masa.

En total, 900 embarcaciones atravesaron una y otra vez el Canal de la Mancha, enfrentando, sin armas, la artillería alemana que disparaba desde la costa, las bombas y ametralladoras de bombarderos y aviones caza, y los torpedos de submarinos, ataques que hundieron a 250 de ellos. Defendiendo la retirada, la Real Fuerza Aérea perdió 177 aviones y derribó 244 de la Luftwaffe.

Extraordinariamente, más de 338,000 tropas fueron evacuadas de Dunquerque, y, después, 130,000 más desde otros puertos franceses. Cerca de 68,000 hombres murieron o fueron capturados o heridos en el proceso.

Entre los hundidos estaba el pequeño vapor “Gracie Fields”, que en su vida civil transportaba niños en excursiones de fin de semana. J. B. Priestley, un literato inglés, escribió sobre el barquito: “Este pequeño vapor, como todos sus valientes y golpeados hermanos, es inmortal. Seguirá navegando orgullosamente a través de los años en la épica de Dunquerque. Y nuestros nietos, cuando aprendan que comenzamos esta guerra arrebatando gloria de las fauces de la derrota, y que después surgimos hacia la victoria, pueden también aprender que estos pequeños vapores hicieron una excursión al infierno y regresaron cubiertos de gloria”.

Al poco tiempo de Dunquerque, Francia se rindió. El Reino Unido quedó solo frente a la potencia militar más grande que había existido. Mucha gente pensó que se iba a rendir. Churchill aclaró la situación. Describió la realidad diciendo que las guerras no se ganaban con evacuaciones. Pero en el mismo discurso se montó en el temple que había demostrado el pueblo para dar credibilidad a su llamada a la resistencia en un momento tan difícil. Después de Dunquerque, los que lo oyeron supieron que estaba diciendo la verdad: “Aun cuando grandes partes de Europa y muchos viejos y famosos estados han caído o pueden caer en las garras de la Gestapo y todo el odioso aparato de poder nazi, nosotros no vamos a decaer ni a fallar. Iremos hasta el final. Pelearemos en Francia, pelearemos en los mares y los océanos, pelearemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el costo. Pelearemos en las playas, pelearemos en los sitios de desembarco, pelearemos en los campos y en las calles, pelearemos en las colinas; jamás nos rendiremos…”.

Un par de semanas después, Churchill pronunció otro discurso que también ha pasado a la historia, en el que dijo: “Hitler sabe que tendrá que quebrarnos en esta isla o perder la guerra. Si podemos enfrentarlo, toda Europa será libre y la vida del mundo podrá avanzar hacia soleadas tierras altas. Pero si fallamos, entonces el mundo entero… se hundirá en el abismo de un nuevo oscurantismo…Preparémonos pues para cumplir con nuestras obligaciones, y tengamos presente en nuestras mentes que, si el Imperio Británico y su Mancomunidad duran por mil años, la gente todavía dirá: Esta fue su mejor hora”.

Y lo fue. Porque no se quejaron, sino que actuaron.

*Máster en Economía

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.