La reunión de la familia Pyong

El desarrollo de los países no solo está relacionado con la ubicación geográfica, recursos naturales, la cultura de la nación o de su gente, si no en la adopción de las políticas correctas que permiten el desarrollo de un país.

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Por Mirna Navarrete

13 August 2017

Era casi el final de la Guerra Mundial, corría el verano de 1945 y el Imperio del Sol Naciente enfrentaba sus últimos días de existencia. Posterior al rendimiento incondicional de Japón, Corea, una de sus colonias, fue dividida entre los ganadores aliados de la contienda: Estados Unidos y la Unión Soviética. De una forma similar a la división de Alemania después de la posguerra, la división de Corea ocurrió en el “Paralelo 38”: la zona del sur sería administrada por Estados Unidos, mientras que la zona norte quedaría bajo la esfera de dominación comunista.

La “paz” firmada con comunistas siempre es frágil. En 1950, Corea del Norte, a escasos años de la finalización de una guerra que dejó más de 40 millones de muertos, se inició un nueva, esta vez, entre las dos Coreas: el ejército del Norte, invadió el Sur. Fue ahí cuando los hermanos Pyong fueron separados, uno quedó en Norte y otro en el Sur. Ninguno de los dos sabía en ese momento que la separación duraría 50 años.

Las diferencias entre ambas mitades no tardarían en revelarse. El nivel de vida de un sudcoreano es similar a un ciudadano de Portugal o España, mientras que el nivel de vida de un norcoreano es parecido a un habitante del África Subsahariana, es decir, el nivel de vida de un ciudadano del país comunista es alrededor de 1/10 parte del nivel de vida que posee un ciudadano de un país libre, republicano y democrático. La expectativa de vida de un norcoreano es aún peor: en promedio es 10 años inferior a un habitante del Sur. Las fotos satelitales confirman dramáticamente la diferencia: arriba del paralelo 38 el territorio se sumerge en la oscuridad más profunda, versus la pujante luminosidad de las ciudades libres.

Las diferencias descritas no estaban presentes al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se derivaron de la forma de organizar las economías a raíz de la partición del país: una comunista y otra democrática. Corea del Sur se organizó políticamente para estar orientada al libre mercado, reconocimiento de la propiedad privada y libre contratación comercial y bancaria, lo que produjo una pujante iniciativa privada, que pronto se tradujo en innovación tecnológica y desarrollo empresarial, lo cual provocó una considerable disminución de la pobreza, generando progreso para todos.

Por su parte, Corea del Norte, bajo la mano de hierro de Kim Il Sung (bisabuelo del actual “Presidente”), con la ayuda de la Unión Soviética -de forma similar a lo que sucedió en Cuba-, introdujo un estricto sistema de planificación central que prohibió la propiedad privada, el libre mercado y las libertades individuales a todo nivel, lo cual pronto demostró ser un desastre absoluto: hambrunas recurrentes derivadas de los nulos incentivos personales para el trabajo, cuya consecuencia fue el completo abandono del campo, así como una nula productividad empresarial e industrial.

Las diferencias aumentaban a medida que el gobierno democrático profundizaba en las libertades ciudadanas, fomentaba la inversión y el comercio, invertía en educación a efecto de obtener índices elevados de alfabetización y escolarización, y creaba políticas tendientes al desarrollo de la industrialización nacional, fomento de las exportaciones y transferencia de tecnología. Así, Corea del Sur se convirtió en uno de los “milagros asiáticos”: Uno de los países con mayor crecimiento en el mundo, contrastando con el hecho que había sido devastado por dos guerras sucesivas y divido su territorio por acuerdos políticos.

El hermano que quedó en Corea del Norte era médico militar, lo cual le concedía algunos privilegios, pero ni aún a los privilegiados les iba demasiado bien. Cuando se reencontraron –a raíz de un acuerdo limitado de reunificación entre las dos Coreas-, el hermano del Sur tenía vehículo, el del Norte no. El del Sur tenía TV y teléfono, el del Norte, no. El del Norte llegó a la reunión sin dinero y vestido con ropa vieja y andrajosa (proporcionada por el Gobierno como “regalo especial” para la reunión), cuando el hermano del Sur le ofreció intercambiar chaquetas y darle un poco de efectivo, el del Norte le dijo que no, de nada serviría, ya que el Gobierno se lo quitaría al pasar de nuevo por la frontera.

El ejemplo de las Coreas, así como de los dos hermanos Pyong, nos demuestran que el desarrollo de los países no solo está relacionado con la ubicación geográfica, recursos naturales, la cultura de la nación o de su gente, si no en la adopción de las políticas correctas que permiten el desarrollo de un país. Los ejemplos abundan y están a la vista. De nuestros gobernantes depende si mediante sus políticas nos permitirán alcanzar el tan ansiado progreso, o nos continuarán hundiendo en el subdesarrollo como el Faro de América que ahora agoniza y se apaga.

*Abogado, máster en Leyes.

@MaxMojica