Fe en la humanidad

Cuando muchos hablan del “pantano” de corruptelas que puede ser DC olvidan que alrededor del pantano hay una comunidad vibrante de individuos de todos los colores y religiones, que ven a los inmigrantes como una parte importantísima de sus comunidades con independencia de las políticas migratorias de moda.

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Por Elizabeth Castro

30 July 2017

En una coyuntura en la que la política continúa dándonos una mala noticia tras otra, específicamente bajo la administración Trump, de vez en cuando cae bien recordar que quienes tenemos el poder y la capacidad de mejorar nuestras sociedades no son nuestros políticos, somos nosotros, los individuos. De nuestra responsabilidad individual depende el querer construir comunidades fuertes y solidarias, con independencia de las políticas públicas de los gobiernos de turno.

Recientemente en Washington, DC, una de las ciudades estadounidenses con la concentración más grande de miembros de la diáspora salvadoreña, recibimos un recordatorio de la fuerza de las comunidades. La última semana de junio, un edificio en la zona noroeste del distrito, habitado en su mayoría por inmigrantes centroamericanos y sus familias, se convirtió temporalmente en un infierno.

Se especula que una explosión de gas en medio de la noche fue la causante de que todas las familias inquilinas, en cuestión de horas, se quedaran sin nada; sin el espacio donde vivían; sin las cosas que, poco a poco, con el esfuerzo de su trabajo, habían ido comprando para amueblar sus espacios. Se escaparon solo con su vida y con lo puesto.

Legalmente, el edificio no les debe nada. Por el momento, los alojaron temporalmente en un hotel. De los contenidos de sus apartamentos, no verían reparación alguna a menos que tuvieran seguro de inquilinos, cosa que para muchos era un lujo que no podían costearse con sueldos de la industria de servicios.

El agradecimiento por haber escapado una muerte terrible —el incendio cobró una vida— venía para muchos seguido de la aflicción de no tener nada. La Cruz Roja los asistió en los primeros días después de la tragedia, pero como organización que se encarga de los primeros auxilios, poco podían hacer por ellos una vez pasaron varios días. Acudieron a sus consulados, pero la falta de recursos y en ocasiones, de personal capacitado para responder a este tipo de necesidades, los dejó con pocas opciones: se les ofreció únicamente tramitarles pasaportes nuevos a un costo menor que lo normal y brincándose la lista de espera, que no es poco, pero cuando no se tiene nada, tener el pasaporte vigente no aparece tan arriba en la lista de prioridades.

Muchas veces se dice de Washington DC que debido a la altísima concentración de poder que distingue a la ciudad, el éxito lo marca de manera exacerbada el círculo de contactos. Se dice, “no es quién sos, es a quién conocés”. Esto, de entrada, limitaría a muchísimas familias inmigrantes, sobre todo bajo la administración Trump, en la que la desconfianza a los inmigrantes se ha visto exacerbada, azuzada por la retórica que sale del Órgano Ejecutivo. Y sin embargo, cuando muchos hablan del “pantano” de corruptelas que puede ser DC olvidan que alrededor del pantano hay una comunidad vibrante de individuos de todos los colores y religiones, que ven a los inmigrantes como una parte importantísima de sus comunidades con independencia de las políticas migratorias de moda. Esta comunidad respondió a la tragedia haciéndola propia. Aunque aún hay familias necesitadas, en cuestión de semanas donaciones personales de bienes básicos y no tan básicos (desde sofás, camas, sábanas, vajillas enteras hasta impresoras, para apoyar a las familias con niños en edad escolar) están mejorando la situación de miembros de nuestra comunidad, solidarizándose con los inmigrantes en lo que casi puede percibirse como acto de rebeldía ante una administración prácticamente hostil, recordando que al final, si uno de nosotros sufre, sufrimos todos, devolviéndonos a muchos cínicos la fe en la humanidad.

*Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg