El respeto que nos inculcaron los abuelos

Si la gente no se respeta a sí misma, ¿cómo esperar que respete a los demás, que cumpla las leyes y las responsabilidades que le atañen?

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Por Elizabeth Castro

28 July 2017

El día de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús, di gracias a Dios por la bendición de tener hijos, nietos y bisnietos. Y recordé, especialísimamente, a mis propios abuelos: no solo por el cariño y los mimos que me prodigaron, sino principalmente por sus enseñanzas, por sus principios no negociables, por su vida limpia y de trabajo.

Y, por enésima vez, me convencí de que el gravísimo problema que afronta nuestro país es que carecemos de familias. Es una verdadera tragedia que seamos una ínfima minoría los salvadoreños que sabemos quiénes son nuestros padres, y muchos menos aún, quienes conocen a sus abuelos y tíos.

La falta de familia influye en todos los ámbitos de la vida, no solamente en el carácter y en la parte afectiva y espiritual, tan importantes, sino en el desarrollo y conducta de cada quien. Influye, incluso, en la productividad, ya que el amor a determinada profesión u oficio y muchas habilidades, se transmiten por generaciones; eso facilita el poder triunfar económicamente.

Basta ver la podredumbre que empuerca a nuestra sociedad, para darnos cuenta de la falta inmensa que hacen las familias funcionales y bien formadas. Porque el RESPETO, valor ausente entre nosotros, se adquiere dentro de la familia. Se aprende y practica otorgándolo a los abuelos, a los padres, a los hermanos, etc. Si no se aprendió, no esperemos que se respete la vida, la propiedad y los derechos de los demás. No esperemos que se respete la ley. Si las personas no se respetan ni siquiera a sí mismas, no esperemos que podamos vivir en paz.

Muchas de las nefastas votaciones realizadas recientemente en la Asamblea Legislativa se deben a que hay diputados que se auto-irrespetan: votan cuando debían ausentarse del pleno, dado que existe un claro conflicto de intereses con el tema por votarse. Esos diputados deberían ser expulsados de sus respectivas fracciones, aunque se trate de directivos que, por amaños y componendas, han alcanzado sitiales que, por méritos, jamás les corresponderían.

Se irrespeta el Presidente de la República cuando aparece unos minutos en cadena nacional, haciendo aspavientos, con el único fin de atacar a la Sala de lo Constitucional y amenazarnos a todos, al llamar (a sus grupos de choque, se entiende) a que lo apoyen en las medidas “que tomará”, sin especificar cuáles.

Se irrespeta a sí mismo todo aquel que, detentando un cargo de importancia, se comporta por debajo del nivel que dicho cargo exige, como el miembro del COENA que utilizó sus cuentas en medios sociales para denigrar a otro miembro de ARENA; y se irrespeta este partido a sí mismo, al no haberlo separado INMEDIATAMENTE de su cargo.

Y así, los ejemplos de irrespeto a sí mismo son innumerables: desde la forma de hablar o de vestir, hasta los verdaderamente graves, porque afectan la vida misma de la nación. Entonces, si la gente no se respeta a sí misma, ¿cómo esperar que respete a los demás, que cumpla las leyes y las responsabilidades que le atañen?

Los conocimientos pueden adquirirse en la escuela, en la universidad, en el trabajo; pero el respeto, los principios y valores que nos hacen personas de bien, se adquieren en la familia. Por eso, debemos promoverla y defenderla a diario y sin cuartel.

*Columnista de El Diario de Hoy.

@LMRRelsalvador