Si hubiera que escoger

La proporción de niños que ingresan a la escuela, la que termina la formación primaria, la que continúa en la secundaria, la que completa una formación universitaria o técnica, es el factor que mejor predice la prosperidad económica y el bienestar de los habitantes de un país.

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Por Elizabeth Castro

28 July 2017

Si entre todos los factores que promueven la prosperidad de un país hubiera que elegir el más importante, éste sin duda sería la Educación. Si una nación con recursos limitados debiera invertir en lo que tuviera más potencial de hacer crecer su economía, la Educación sería también la respuesta.

De acuerdo con la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, el proveer acceso a la educación a cada niño y enseñarle las habilidades necesarias para que participen de forma eficaz en las sociedades en que viven podría elevar el Producto Interno Bruto un promedio de 28% por año en países de bajos ingresos, y un 16% por año en países de altos ingresos. Y esto durante los próximos ochenta años. ¿Suena irreal? No, si lo pensamos detenidamente.

Existe una muy definida correlación entre la escolaridad —y la calidad de la educación de un país— y su ingreso per cápita. La proporción de niños que ingresan a la escuela, la que termina la formación primaria, la que continúa en la secundaria, la que completa una formación universitaria o técnica, es el factor que mejor predice la prosperidad económica y el bienestar de los habitantes de un país.

Estamos en la era de la información, de la tecnología y las comunicaciones. El mundo ya pasó por la época en que los recursos naturales hacían la diferencia entre las naciones ricas y las pobres. Eso ya no es el factor clave. Japón es una isla que prácticamente es un casquete de piedra. Israel está asentada en lo que poco falta para ser un desierto. Corea del Sur pasó a ser un país desarrollado en apenas una generación. Su secreto: invirtieron en educación.

Pero ya no es un secreto para nadie. Con la tecnología que se tiene y la que vendrá ya no se necesitarán grandes extensiones de terreno para cultivar, por lo que los países que basan sus economías en productos primarios dejarán de recibir los ingresos que hoy reciben. Con las nuevas técnicas para extraer petróleo de zonas y elementos antes imposibles, países como Canadá y Estados Unidos dejarán de depender del petróleo extranjero. Previendo que la bonanza no durará indefinidamente los países árabes están apostando más en universidades e institutos tecnológicos que en sus fuentes tradicionales de riqueza.

Los productos primarios siempre existirán pero cada vez habrá más competencia y los precios bajarán. La clave entonces es el valor agregado, es decir, la transformación del producto primario en algo con mayor demanda y mejor precio. Y agregarle valor a un producto primario requiere tecnología, investigación; en una palabra, educación.

La Organización Mundial del Trabajó prevé que para el año 2019 se requerirán 280 millones de puestos de trabajo en el planeta. Cómo se crearán y quiénes los ocuparán son las preguntas por formular. En el Foro Económico Mundial de 2015 se indicó que las habilidades más claramente definidas que los empleadores buscarán son creatividad, pensamiento crítico, aptitud en sistemas digitales y capacidad para absorber nuevas tecnologías y para adaptarse a ambientes de trabajo cambiantes. La calidad de las instituciones educativas y, principalmente, la calidad de los maestros, serán elementos fundamentales para lograr transmitir las habilidades y conocimientos necesarios.

La pregunta obligatoria es qué estamos haciendo para ponernos en la ruta del desarrollo y tener la capacidad de competir. La inversión en educación será la única manera de evitar quedar rezagados y dar a las futuras generaciones una oportunidad.

*Médico psiquiatra

y columnista de El Diario de Hoy