Economía popular

Todos los ciudadanos deberíamos ser capaces de entender que el nivel de endeudamiento está en relación directa con el pésimo manejo de las finanzas públicas.

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Por Elizabeth Castro

28 July 2017

Los que entienden de economía están muy preocupados porque la calificación de la deuda salvadoreña está en su posición más baja nunca obtenida. Porque nuestro crecimiento económico es la mitad de lo que crece la región centroamericana, porque el nivel de endeudamiento del país haya llegado a cotas jamás alcanzadas, porque el interés que paga el gobierno a los ahorrantes del sistema previsional sea una miseria comparado con las tasas que se pagan en fondos similares, etc.

Preocupa a los entendidos. Pero, ¿el galimatías de cifras que manejan los economistas y financieros le dice algo a la gente común y corriente? Pienso que no. Todo parece indicar que las preocupaciones de los ciudadanos van por otros rumbos.

Desde siempre la economía y sus tecnicismos han sido campo de expertos, entre los que lamentablemente —por lo que vemos todos los días— se encuentran pocos políticos, líderes sociales o funcionarios de alto nivel del gobierno. Al menos, por ahora, ningún político ni experto ha logrado traducir a lenguaje común y corriente la jerga económica, de modo que todos los ciudadanos puedan comprender la gravedad de los indicadores económicos que presenta el país.

Es curioso. En temas que nos afectan a todos, solo un puñado de expertos sabe qué está sucediendo en realidad. Al mismo tiempo que es patética la unívoca manera en que bastantes de los políticos —los que están en el poder y los que forman la oposición— tienen para tratar estos asuntos: echar culpas y prometer quimeras. Como también es muy preocupante que nadie hable de soluciones, ni de proyecciones, ni de mejorar condiciones, etc.

A fin de cuentas, la prueba de que materias tan importantes y con implicaciones tan serias son casi indiferentes para la gente es que la inseguridad, el costo de la vida, en algunas ocasiones temas de empleo y poco más, ocupan recurrentemente los primeros puestos en las encuestas de opinión cuando se pregunta acerca de los problemas del país.

El político que logre aterrizar conceptos claves de economía, que sea capaz de sensibilizar a los electores en temas vitales para el futuro, tendrá muchos puntos a favor para lograr los votos de la gente pensante, que para decir lo que es, son todos los electores.

De lo contrario, el centro de los debates preelectorales será el discurso socio-moralista, con encarnizadas y apasionadas discusiones en temas como el aborto, el estatus de la unión civil entre personas del mismo sexo, la lucha contra la corrupción, etc. Si no es que se quedan en acres recriminaciones y personalizaciones (para no decir simples insultos y berrinches), que llevan a que los electores voten por disciplina partidaria, caras bonitas, ingenios chistosos y poco más.

Todos los ciudadanos deberíamos ser capaces de entender que el nivel de endeudamiento está en relación directa con el pésimo manejo de las finanzas públicas. Comprender que los subsidios terminamos pagándolos (¿o debiéndolos?) todos, que los criterios que el gobierno aplica para sus gastos están en función electoral-populista-clientelista (si no de enriquecimiento privado) y no del mayor bien para el mayor número de ciudadanos, que la pésima calificación de riesgo de nuestra capacidad de crédito es gravísima, etc.

Pero, principalmente, todos deberíamos ser capaces de responder a la sencilla pregunta acerca de qué es mejor para todos: un Estado mastodóntico y proteccionista, como plantea la izquierda, o uno pequeño y austero, eficaz, que permita a todos salir adelante por su trabajo, y no por beneficencia y/o clientelismo.

Ojalá no tengamos que esperar a tener un país con colas, sin empresas, con un gobierno tirano y controlador, para entender “por las malas”, que el modo como se maneja la economía no debería, no debe ser un debate de pocos.

* Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare