Gran festival gastronómico “chucho-free”

En las urnas, a quienes nos importa la lucha de la corrupción con independencia de su proveniencia o color político, nos vamos a acordar de cómo votaron en el festival chucho-free.

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Por Mirna Navarrete

23 July 2017

En una columna anterior mencioné cómo, entre las tendencias gastronómicas en boga, que van desde lactosa-free a gluten-free, la que parece haber capturado las pasiones de los funcionarios públicos salvadoreños es la dieta “chucho-free”. Esto, por supuesto, nada tiene que ver con la ingesta de nobles canes, sino con el famoso adagio de “chucho no come chucho”, explicando cómo cuando un grupo de personas pertenece al mismo grupo o categoría, sus individuos harán todo lo posible por protegerse entre sí.

Y el pasado martes, la Asamblea Legislativa celebró por todo lo alto y a los ojos del mundo (incluidas las miradas decepcionadas de las Naciones Unidas y la Embajada estadounidense), lo que debería calificarse como un gran festival gastronómico “chucho-free”, puesto que con las reformas legislativas aprobadas a la Ley de Extinción de Dominio, se aprobó también el trato benévolo a los corruptos del pasado, presente y futuro. No ha habido hasta ahora legislador que haya podido articularle a sus representados en qué se beneficia la población con estas reformas, simplemente porque los beneficiarios son quienes tendrían algo que temerle a la normativa que pretende luchar contra la corrupción y el crimen organizado. Una vez más, se cumple a la perfección el adagio: el chucho no come chucho.

La falta de interés por combatir la corrupción solo puede entenderse a través del prisma de la autopreservación, el interés propio y el instinto de supervivencia. Y hay a quienes les sobran las razones para actuar con base en el instinto de supervivencia, sobre todo al presidente de la Asamblea, Guillermo Gallegos, a quien Probidad le encontró hace poco 3 millones de dólares injustificados. Es fácil asumir que el interés de Gallegos es desdentar la Ley de Extinción de Dominio, por si no encuentra los recibos.

Y ver gente que normalmente no piensa igual unirse en semejante acto de solidaridad empática --porque la abstención casi equivale a complicidad-- sería casi sublime en un mundo donde hay más divisiones que unión. Porque aunque los principales impulsores de la reforma fueron el FMLN y GANA, aquellos que se abstuvieron no merecen crédito alguno y es empujar las fronteras del cinismo que ahora quieran aplausos y rédito político por su falta de coraje. Oponerse y abstenerse no son lo mismo. En las urnas, a quienes nos importa la lucha de la corrupción con independencia de su proveniencia o color político, nos vamos a acordar de cómo votaron en el festival chucho-free.

“Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”. Tristemente, la capacidad de hacerle frente a este descalabro legislativo no está en el Chapulín Colorado, que por lo menos presumía de astuto, sino en el Presidente Sánchez Cerén. ¿Han oído alguna vez a Sánchez Cerén condenar enfáticamente a sus predecesores --sobre todo al que pertenecía a su partido-- por sus corruptelas y enriquecimiento ilícito? Yo tampoco. Solo nos queda esperar que Sánchez Cerén decida con su veto, por esta vez, no ser parte de la dieta libre de chucho.

Reiterando lo dicho en mi columna “La dieta chucho-free”: “el problema con la dieta de los que no comen chucho es que se vuelven cómplices de la cultura de impunidad que en nuestro país fomenta los delitos de corrupción desde el poder. Al llegar al poder se pasan todos al mismo bando, olvidando que se deben al cumplimiento de la ley y que los recursos del Estado deben estar al servicio de la población y no del autoservicio”.

*Lic. en Derecho de ESEN con maestría en

Políticas Públicas de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg