Tres nombres, tres puestos en torno a la comunicación Trump

La comunicación gubernamental en Estados Unidos tradicionalmente no solamente ha sido clara y definida, sino ordenada a las estrategias de la gestión pública de la administración; con Trump pareciera que no es así.

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Por Elizabeth Castro

22 July 2017

En las últimas semanas ha habido una serie de cambios en el gabinete de comunicaciones de la administración de Daniel Trump, que esta semana ha cumplido seis meses al frente del Ejecutivo estadounidense. Estas modificaciones nos permiten comentar los vericuetos de la comunicación y la gestión política actual.

Los hechos: desde mayo pasado estaba vacante el puesto de Director de Comunicaciones de la Casa Blanca, ante la renuncia de Michael Dubke; en este puesto fue nombrado esta semana Anthony Scaramucci, un financiero de Wall Sreet y viejo conocido del presidente Trump. Con este nombramiento, hace un par de días, hizo que renunciara como portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer; le sucede en el cargo Sarah Huckabee Sanders, hasta hace unos días la portavoz adjunta de la Casa Blanca.

Antes de continuar hagamos una parada técnica y expliquemos qué es cada puesto. El director de comunicaciones es un cargo clave, no solo porque el Presidente confía en él “casi ciegamente” sino porque diseña y pone en marcha la estrategia y hace funcionar el equipo de comunicación que por lo general conlleva tres aspectos: uno, la imagen corporativa o institucional de la gestión presidencial que se quiere presentar ante la población; dos, el manejo de las diferentes unidades de comunicación del aparato gubernamental que ponen en práctica la imagen; y tres, la relación con los diferentes medios de comunicación con lineamientos claros y definidos que conlleva una vinculación estrecha con la opinión pública, por un lado, así como el manejo de la publicidad con todos sus instrumentos, por otro.

A semejanza del director de una sinfónica, que une las partituras de cada uno de los instrumentos, sean estos los de cuerda, viento o percusión, para generar una melodía, una obra completa, el director de comunicaciones “coordina” y “dirige” los diferentes actores que generan la imagen del gobierno y del presidente, incluye los detalles mínimos y personales de cómo se viste y habla el gobernante, hasta el manejo de los discursos y acciones que hacen que un gobierno sea tal cual.

Los teóricos, y dicho a vuelo de pájaro, dicen que el director de comunicaciones es el estratega que no solo define la estrategia de imagen, sino que configura la personalidad corporativa institucional política y gestiona la comunicación; con este perfil, Spicer, un viejo lobo de las comunicaciones, sobre todo bajo las diferentes administraciones republicanas, se sintió, no sé si dolido, traicionado o ambas, al no ser promovido a este puesto y llamar a un viejo amigo de Trump, un financista de profesión, que pareciera fue llamado al cargo como recompensa por haber sido un hombre de confianza que ayudó a Trump en la recaudación de fondos para la campaña electoral del republicano contra la demócrata Hillary Clinton.

El portavoz presidencial es el que habla en nombre del Presidente; por lo general es el que maneja a diario la relación con la prensa y se vincula directamente con los periodistas sobre diversos temas de relevancia personal, como es la vida pública de los funcionarios, como las políticas nacionales e internacionales de la gestión. El portavoz es tan demandante que tiene un asistente —bueno, varios— además de otros que tratan temas específicos y que están relacionados con las diversas acciones del gobierno y que pueden ser desde lo militar hasta la salud, pasando por el medio ambiente, la seguridad, el desarrollo tecnológico o la migración, por decir algunos temas sumamente sensibles.

Hay que agregar un punto importante en este panorama: esto tiene que ver con el temperamento y estilo de “mando” del presidente Trump que no solo se ha enfrentado como política a los diferentes estamentos del poder instituido, incluido el pleito casi a diario con los diferentes medios de comunicación, sino que lleva a cabo una gestión, no sé si llamarla “caótica” o “poco disciplinada” que conlleva pasarse por encima, por ejemplo, de su portavoz e incluso su director de comunicaciones y comentar sin más y expresar sus opiniones por medio de Twitter a medianoche…

Los constantes desplantes a sus mismos funcionarios hicieron que Dubke y el mismo Spicer quedaran en ridículo en varias ocasiones porque los “contradecía” su jefe o en el peor de los casos “les tocaba corregir” la plana luego que Trump opinara de manera diferente. No se ve claridad ni política ni mucho menos comunicacional.

Dicho en pocas palabras, la renuncia continua de funcionarios en el entorno de Trump pareciera que no solo tiene que ver con las diferencias o de posturas distintas ante tal o cual acción de gobierno, incluso de las políticas públicas que se quieran impulsar en la actual gestión, sino ante la personalidad de Trump que poco o nada hace eco del establishment, el poder establecido en la estructura de poder no solo en la Casa Blanca sino en las instancias económicas y políticas de Estados Unidos.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

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