Cheques en blanco

No es lo mismo votar no ante una propuesta, que simplemente abstenerse. No aprobar, votar que no, es defender los intereses de quienes les eligieron, abstenerse es defender sus propios intereses: personales y partidarios.

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Por Elizabeth Castro

21 July 2017

Todos pensamos que un político debe trabajar por los intereses de sus electores. Sin embargo, por lo visto, hay una buena parte de diputados que aparentemente se deben más a sus intereses personales, que a los de sus electores.

Si razonamos para entender cómo habrían de ser las cosas en un mundo ideal, podríamos pensar: los políticos trabajan por el bien de las personas; para entender las necesidades de sus electores los visitan de casa en casa, conocen su realidad y sus necesidades. Por lo tanto, si son elegidos, al estar en posiciones de servicio, se ocuparán de resolver los problemas y apoyarán los intereses de sus electores, a quienes —en teoría— representan.

Sin embargo… teoría y realidad difieren considerablemente. Sí se cumple eso de visitar a la gente, y prometer el oro y el moro si votan por ellos. Se cumple menos lo de interesarse por los problemas y las necesidades. Pero ¿eso de que una vez en el poder se ocupen de los intereses de los electores? Francamente, se da escasa o raramente.

Pienso que, en general, no es solo que los políticos sean vividores y embusteros (aunque los hay), sino que quizá ese ningunear a la gente y sus intereses viene más de una atávica tradición de cacicazgo, que de que nos encontremos ante insensibles y cínicos.

Un cacicazgo presente en los partidos políticos, en las fracciones legislativas, en el gobierno, en las gremiales… Y lamentablemente, de algún modo, también en la gente común y corriente, en los electores que piensan que votar es nada más una forma de afirmar liderazgos, y no una manera de transferir poder, hacer mandatario y no mandador a quien gana en las urnas.

Una forma verticalista de entender el mundo, por la que quien ocupa una posición de poder automáticamente no solo es omnisapiente, sino también todopoderoso.

¿Cómo si no se explica uno el combo legislativo que nos fue colocado el martes pasado? Mientras unos dicen que aprobaron medidas en beneficio de la gente (¿¡!?); otros no tuvieron ni la visión ni el coraje de oponerse. Simplemente, dejaron hacer.

Pasada la votación, y ante la indignada reacción de la gente, hubo diputados que argumentaron que si bien no habían votado en contra, sí que se habían abstenido de hacerlo, pues, a su modo de ver, abstenerse u oponerse es técnicamente igual en relación a la aprobación de una ley.

Pero no es lo mismo votar no ante una propuesta, que simplemente abstenerse. No aprobar, votar que no, es defender los intereses de quienes les eligieron, abstenerse es defender sus propios intereses: personales y partidarios.

Si de verdad querían velar por los intereses y bienestar de sus electores, de los que tienen ahorro de pensión y de los que no cotizan; defender el patrimonio del Estado y preservarlo contra más actos de corrupción; garantizar que se respete la voluntad de la gente y evitar el transfuguismo partidario… tocaba apretar el botón del no.

No lo hicieron. En su afán de nadar y guardar la ropa quedaron como gente cínica y de corta visión; y si el Presidente veta la modificación a la Ley de Extinción de Dominio, quedarán como pasmarotes usados por los otros para salirse con la suya: conseguir esos quinientos millones.

No les preocupa que más adelante se les cobre en las urnas su imprudencia: siguen confiando en la memoria de cortísimo plazo de los electores, y en que la magia de la propaganda les vuelva a sentar en la curul legislativa.

Algo tienen de razón, no nos engañemos: mientras sigamos creyendo que votar es extender cheques en blanco a los que ganan las elecciones, seguirán haciendo con impunidad lo que piensen que es mejor para su provecho.

*Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare