Se desatan la violencia y la intolerancia

El cierre forzado del programa “Así estamos”, que conducía Rafael Domínguez, es un signo de la misma intolerancia que reinaba en la preguerra. La única diferencia es que ahora ya no dinamitan torres de radio como lo hicieron con la YSAX de Monseñor Romero.

descripción de la imagen

Por Elizabeth Castro

08 July 2017

Una turba chavista asaltó con toda impunidad la sede de la Asamblea Nacional de Venezuela y vapuleó a varios diputados de la oposición, el pasado miércoles.

Este ha sido el colmo de la represión del régimen de Nicolás Maduro, quien hipócritamente se desmarcó de las agresiones y prometió “investigarlas”.

Pero también ha sido el intento más grave para disuadir a los venezolanos de seguir protestando contra la opresión, la miseria, el hambre y la muerte de un centenar de manifestantes bajo las botas de la Guardia Nacional “Bolivariana”.

Siendo ese régimen el “faro” de luz y ejemplo por seguir por el partido de gobierno de El Salvador, creo que sus dirigentes están obligados a aclarar si continúan considerándolo como tal o están dispuestos a protestar enérgicamente por la brutalidad de la represión de los chavistas contra su gente. Si no lo hacen, el pueblo salvadoreño y los pueblos del mundo los considerarán cómplices de esa barbarie.

Tanto que protestaron y pugnaron por la disolución de la Guardia Nacional de El Salvador, para que ahora apoyen a otra Guardia Nacional sanguinaria y brutal, no tiene sentido.

Tanto que denunciaron a los gobiernos militares de los 70 y 80 para que ahora apoyen a un régimen fascista y corrupto, es aún más que repulsivo.

Solo basta recordar la masacre del 30 de julio de 1975 para cuestionar por qué el partido de gobierno en El Salvador acompaña a represores que cometen las mismas atrocidades que se vieron hace 42 años en esta tierra.

Con todo lo que se ve en Venezuela, es una vergüenza apoyar a ese régimen dictatorial. Y que no me vengan a decir que es por apoyar el diálogo que hacen maniobras para frustrar condenas internacionales. Eso se lo puedo pasar al Papa Francisco, quien promueve el diálogo por principio (es su deber), pero no a un partido que está comprometido financieramente con el chavismo tanto como quien le vende su alma al diablo y no tiene reversa.

No es la primera vez que los diputados de la oposición en Venezuela son víctimas de ataques. Hace un par de años también fueron agredidos y censurados en sus plenarias, mientras los seguidores de Chávez en El Salvador lucían su prepotencia imponiéndose con aplanadoras, madrugones y apagando micrófonos a los opositores.

Lo que no piensa Maduro ni sus aliados allá y acá es que de aquí a un tiempo les espera el brazo de la justicia y van a tener que responder por sus hechos, como le sucedió a tanto dictador e individuos que han tratado de ahogar la libertad, no importa de qué ideología sean.

Tan decadente y mortífero es el ataque a un parlamento, que debe ser el foro más libre por excelencia, como intimidar para ocasionar el cierre de un programa de televisión que recogía críticas al gobierno.

El cierre forzado del programa “Así estamos”, que conducía Rafael Domínguez, es un signo de la misma intolerancia que reinaba en la preguerra. La única diferencia es que ahora ya no dinamitan torres de radio como lo hicieron con la YSAX de Monseñor Romero ni incendian periódicos como La Crónica del Pueblo ni confiscan medios como El Independiente de Jorge Pinto ni matan sacerdotes. Ahora son más sutiles y recurren a la intimidación para callar las voces críticas o contratan a perdidos jovencitos para embrocarlos a clonar o apagar medios digitales, como los troles municipales.

Diferentes métodos, pero con el mismo propósito. Lo cierto es que tanto en Venezuela como en El Salvador corren el mismo destino: enfrentar la justicia tarde o temprano y llorar como plañideras alegando “persecución política”. Pero de eso no podrán escapar fácilmente, llegada la hora. Y todos lo veremos.

*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.