Meditación para el Día del Padre

Qué triste que en nuestro país una inmensa mayoría de familias carezcan de la figura paterna (esencial para el desarrollo de los hijos); que tener padre sea un privilegio, cuando ese es el deber ser.

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Por Elizabeth Castro

16 June 2017

"De todo corazón honra a tu padre y no te olvides de los dolores de tu madre. Acuérdate de que les debes la vida. ¿Cómo podrás pagarles lo que han hecho por ti?” (Eclesiástico 7:29 y 30).

Quienes tuvimos la inmensurable bendición de tener un buen padre, le recordamos hoy de manera muy especial. Su carácter y fortaleza nos formaron para afrontar la vida, su ejemplo cotidiano nos transmitió el amor al trabajo, el respeto hacia los demás, su brazo y su palabra fueron fuente de seguridad y abrigo ante las dificultades. Qué triste que en nuestro país una inmensa mayoría de familias carezcan de la figura paterna (esencial para el desarrollo de los hijos); que tener padre sea un privilegio, cuando ese es el deber ser. ¿Cómo afrontarán esos malos hombres, en el futuro, el juicio de Dios y el de sus propios hijos?

En homenaje a los buenos padres y como un llamado a los irresponsables, comparto con ustedes el escrito de Alberto Masferrer: “Harás a tu hijo”:

“Tienes que hacer, hombre, una obra trascendental: la más seria, difícil e importante, fecunda en bienes o en males, digna de todo encomio o de vituperio indecible, según la trabajes con yerro o con acierto.

Bajo el sol, no hallarás para emplear tus fuerzas otra empresa de mayor responsabilidad, ni encontrarás que a nadie se le haya confiado una obra más significativa.

Tienes que hacer a tu hijo. ¿Cómo lo harás? Esta es la cuestión suprema para ti y para los que te rodeamos. Tu hijo, precisamente tu hijo, puede ser para nosotros instrumento de condenación o de vida.

No pasarán treinta años, y ya tendremos en él un redentor, un guía, un hombre bueno, útil, inofensivo al menos; o un tirano, un azote, un verdugo, un explotador, un egoísta. No hay término medio: será para nosotros un bien, o un mal; una carga, o un beneficio. Y de eso, tuya será la gloria o la vergüenza.

Nos interesa extremadamente que hagas bien a tu hijo; haz medianamente, si no puedes mejor, tu libro, tu estatua, tu gobierno, tu hacienda. Sé mediano —mediocre—, si no puedes ser eminente; y sé vulgar, si no puedes ser mediano. Te perdonaremos tu medianía y tu vulgaridad, puesto que, al cabo, no podrás hacernos mucho daño: pasarás con nosotros; más o menos, te desvanecerás en la muerte al mismo tiempo que nosotros.

Pero tu hijo vivirá junto con nuestros hijos, y a éstos no queremos tolerar que se les dañe; son lo más querido de nosotros, las flores de nuestra vida, y no debemos consentir que, por negligencia o estupidez, quede con ellos un elemento de ruina o de dolor.

Forja bien a tu hijo; pon todas tus fuerzas; junta cuantos rayos de luz vayan dispersos en tu alma, y empléalos en esa obra de vida o de muerte.

Si quieres, no tengas ninguna otra cosa; si no puedes, vive oscuro, tranquilo, retirado y exento de toda lucha. Te exoneramos de todo trabajo social o político y te concedemos la paz y la libertad: ¡a cambio de que nos dejes un hombre!”.

Efectivamente, nos preocupamos mucho (y con razón) acerca de qué país dejaremos a nuestros hijos. Preocupémonos mejor, como dice David Isaacs, de qué hijos dejaremos a nuestro país.

¡Feliz Día del Padre!

*Columnista de El Diario de Hoy.