Ángeles y demonios de nuestro interior, ¿quién vence a quién?

La tesis de fondo que plantea Steven Pinker en su libro “Los ángeles que llevamos dentro” es que el siglo XXI es menos violento, menos cruel, incluso más pacífico que todas las épocas pasadas. Y lo demuestra.

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Por Inés Quinteros

03 June 2017

La semana pasada incursioné en el primer capítulo de esta interesantísima obra de Pinker, presentando un apretado resumen del primer capítulo en el que se hace un recorrido, con muchos hechos y ejemplos, sobre los diferentes estados de la sociedad y de las civilizaciones, donde se muestra que el mundo ha sido mucho más violenta y cruel de lo que ahora es.

Quiero avanzar en el comentario de esta obra de cerca de mil páginas por la reacción que tuve de varios correos y llamadas, incluso de personas que no conozco, interesadas en el tema, pero sobre todo, porque me parece este texto ilustrativo para entender de mejor manera lo que sucede en nuestro El Salvador y visualizar hacia dónde podemos caminar, tomando en cuenta, y esto me parece clave y fundamental, que la humanidad en cuanto tal camina hacia una mayor racionalidad donde la violencia, lejos de ser un elemento que debe exaltarse, se convierte en una tara que es blanco de crítica.

Por eso no me extraña que haya una lluvia de críticas y se haya viralizado en las redes sociales la presencia de un diputado con pistola al cinto durante la sesión plenaria de la Asamblea Legislativa en la que rindió su informe de tercer año el presidente Salvador Sánchez Cerén.

Los hechos de violencia pareciera que prevalecen y pareciera que esta tesis que ahora somos menos violentos no tiene sentido, sobre todo ahora que los fundamentalistas utilizan el terrorismo para acosar a las sociedades modernas europeas y de Estados Unidos; no se diga en sociedades más pequeñas como la salvadoreña en la que las maras cercan e imponen una situación de violencia.

No obstante esta realidad, Pinker trata de convencer a unos y otros que ahora somos menos violentos, para lo cual, “habrá que vencer la mente humana que tiende a calcular la probabilidad de un acontecimiento a partir de la facilidad con que pueda recordar ejemplos, y las escenas de carnicerías tienen más probabilidades de llegar a los hogares y grabarse en la mente de sus habitantes que las secuencias de personas que mueren de viejas”.

Los cambios culturales bajo una racionalidad nueva, las modificaciones tecnológicas, la demografía o los mecanismos del comercio y el gobierno sin duda alguna van generando un “ambiente” menos violento y cruel del pasado; pero también están las transformaciones internas que explican esta realidad, esta es la lógica que explica Pinker en los capítulos del dos al siete, y que denomina seis tendencias donde se muestra de diferente manera los ángeles y demonios que llevamos dentro. Estas etapas son: el proceso de pacificación, cuando se da el paso del nomadismo a las primeras sociedades agrícolas. Dos, el proceso de civilización alrededor de la Edad Media y el siglo XX. Tres, la revolución humanitaria entre los siglos XVII y XVIII con la ilustración. Cuatro, la larga paz que termina con las guerras mundiales del siglo pasado. Cinco, la nueva paz y el ambiente de llamada guerra fría y, por último, la revolución de los derechos que surge con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que han dado paso a lo que ahora vivimos: derechos civiles, derechos de las mujeres y los niños, de los homosexuales e incluso de los animales.

Ya en el capítulo ocho, Pinker se refiere a los cinco demonios interiores: uno, la violencia predatoria que no es otra que la violencia que se ejecuta para alcanzar un fin; dos, la dominancia que conlleva el deseo de prestigio, gloria y poder; tres, venganza tal cual; cuatro, ideología que no es más que un sistema de ideas, una utopía que justifica la violencia, incluso la llamada revolucionaria.

Junto a los demonios están los ángeles, capítulo 9, que mueven a los seres humanos a evitar la violencia, la cooperación y el altruismo; estos son: uno, empatía que nos permite sentir el dolor por los demás; dos, auto control que nos permite anticipar las consecuencias de nuestros impulsos; tres, sentido moral que nos pone reglas que dirigen la relación entre las personas y cuatro, la razón.

Textualmente Pinker nos dice, “Cuando uno se hace consciente del declive de la violencia, el mundo comienza a tener otro aspecto. El pasado parece menos inocente; el presente, menos siniestro. Empezamos a valorar los pequeños regalos de coexistencia que habrían parecido utópicos a nuestros antepasados: la familia interracial jugando en el parque, el cómico que suelta una ocurrencia sobre el comandante en jefe, los países que tranquilamente evitan una crisis en vez de aumentar las posibilidades de guerra…”.

* Editor Jefe de El Diario de Hoy.

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