Mi país avanza… Hacia el despeñadero

Todos los salvadoreños tenemos la obligación de tomar conciencia de la gravedad de la situación de nuestro amado país.

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Por Inés Quinteros

02 June 2017

Don Neto Rivas comenta en su blog un tema actualísimo: “Los 3 años de gobierno de Salvador Sánchez Cerén”. Su análisis, por importante y verdadero, lo transcribo en su totalidad: “Como no tengo nada bueno que decir, mejor no digo nada.” En once palabras, don Neto resume lo que los expertos nos están diciendo: los gobiernos efemelenistas nos llevan al desastre. Nos han convertido de un país impetuoso, con aspiraciones y avances importantes en nuestro desarrollo, en uno paupérrimo, amilanado (por no usar el sinónimo salvadoreño), desesperanzado, conformistas con lo mediocre y en franco retroceso en todo. Y, ¿eso debemos celebrarlo?

No repetiré lo que los expertos señalan, sino que suplicaré a mis compatriotas que, por el amor de Dios, abramos los ojos a la realidad. Hagámoslo por inteligencia y comprensión de las cosas, pero también por la rabia de que el gobierno nos tome como los más imbéciles de los imbéciles, al indigestarnos con un anuncio ridículo y una cancioncita horrorosa, tratando de convencernos de que “mi país avanza”, en ruta para el progreso. ¿Cómo es que soportamos tanto cinismo? ¿Qué nos pasa, compatriotas?

Todos los salvadoreños tenemos la obligación de tomar conciencia de la gravedad de la situación de nuestro amado país. Y los primeros responsables son los partidos políticos de oposición, en especial, ARENA. Me referiré a ellos en específico, porque en un momento dado, les tocará hacerse cargo de este infernal desastre y deberán estar muy bien preparados para hacer frente a tanto descalabro.

En primer lugar, deben recuperar la confianza del electorado, y eso se logra solamente comprometiéndose a una real y efectiva meritocracia. Por favor, no queremos vallas de sonrientes personajes a quienes les pasaron (varias veces) el Photoshop. Queremos conocer sus currículos, qué logros han tenido en su vida, a qué se comprometen, cuáles son sus principios, cómo es su familia. Y que no salgan con que esa es su vida privada; si aspiran a un cargo público, necesitamos saber lo bueno, lo malo y lo feo. Que cada individuo se haga responsable de sus acciones y consecuencias, pero que el partido tome muy en serio su obligación de escrutarlos para presentar en sus filas a los mejores.

Sin embargo, de nada serviría si no logran comunicarlo debidamente a la población. Hay mucho mensaje disperso y a veces contradictorio. Eso puede corregirse si todos ciñen sus comentarios a los principios del partido, a sus valores y a sus estatutos. Si cada quien actúa dentro de ese marco, habrá unidad, no solamente en el mensaje, sino principalmente en las mentes y corazones de los areneros.

Hay voces pidiendo que ARENA reconozca sus pecados, se arrepienta y pida perdón. Otros pensamos que no es el partido, sino algunos funcionarios que llegaron a esos puestos bajo su bandera, quienes han actuado mal. De allí la importancia de que el objetivo permanente de ARENA sea la meritocracia. Eso no impedirá que, de nuevo, se cometan errores. Por eso, ARENA deberá estar siempre muy atento para no permitir que, otra vez, se vea ensuciado por malas conductas; debe convertirse en un censor que, junto a la ciudadanía, exija a los funcionarios que actúen apegados a la ley y a la justicia. Es con buena conducta que evitaremos caer en el despeñadero a donde nos lleva, cantando, el FMLN.

* Columnista de El Diario de Hoy.