Unamuno

Vivimos tiempos difíciles. Ese colectivismo que se nutre del hombre-masa antes desfilaba como fascismo y bolchevismo. Hoy, con otras etiquetas, es el fantasma que por la izquierda y derecha recorre Europa, Estados Unidos, y nuestro vecindario.

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Por Mirna Navarrete

24 May 2017

Fue el 12 de octubre de 1936. Iniciaba la guerra civil. El bando nacional controlaba Salamanca.

Ese día se celebraba el Día de la Raza en el paraninfo de la universidad. Presidían el evento la esposa del futuro dictador –doña Carmen de Franco–, el general Millán Astray, el obispo de Salamanca, y el rector de la universidad: don Miguel de Unamuno. El auditorio estaba lleno de jóvenes.

Francisco Maldonado, catedrático de la universidad, en su discurso arremetió contra el País Vasco y Cataluña. Los calificó como el cáncer de la nación. Unamuno, que no había previsto hablar, escribió en un sobre unas palabras sueltas.

El viejo se levantó.

Su discurso exacto lo desconocemos. Pero se ha reconstruido a partir de testimonios y de las palabras que escribió en aquel sobre.

–Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia –comenzó a decir el rector–.

–¡Viva la muerte! –le interrumpió el grito del general Astray, quien había perdido el brazo izquierdo y el ojo derecho, entre otros miembros, en las guerras marroquíes.

–Acabo de oír el grito de ¡viva la muerte! –dijo Unamuno–. Esto suena lo mismo que ¡muera la vida! Y yo, que me he pasado toda mi vida creando paradojas que enojaban a los que no las comprendían, he de deciros como autoridad en la materia que esa paradoja me parece ridícula y repelente.

Y siempre dirigiéndose a los jóvenes agregó:

–Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de psicología a las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes se sentirá aliviado al ver cómo aumentan los mutilados a su alrededor.

–¡Muera la inteligencia! –volvió a interrumpir el militar–.

–Este es el templo del intelecto y yo soy su supremo sacerdote –dijo Unamuno–. Vosotros estáis profanando su recinto sagrado. Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho.

Unamuno salió del paraninfo escoltado por doña Carmen de Franco. Hay una foto que muestra al viejo subiendo tranquilamente al vehículo en medio de una amenazante masa de jóvenes que le desafía con el saludo fascista.

Unamuno fue destituido. El 31 de diciembre de ese año murió.

Ochenta años después Manuel Menchón dirigió una película que rememora ese evento. El director dijo que cuando filmaba la escena en el paraninfo de la universidad entendió que lo pavoroso de la escena no era Millán Astray, sino la masa de jóvenes.

En 2018 tendremos elecciones de alcaldes, diputados y de magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Y en 2019 elecciones presidenciales. En tiempos electorales es cuando somos más vulnerables a dejar de ser individuos inteligentes y convertirnos en rebaño; en eso que Ortega y Gasset llama apropiadamente el hombre-masa.

Vivimos tiempos difíciles. Ese colectivismo que se nutre del hombre-masa antes desfilaba como fascismo y bolchevismo. Hoy, con otras etiquetas, es el fantasma que por la izquierda y derecha recorre Europa, Estados Unidos, y nuestro vecindario. Venezuela es un triste y de los más graves ejemplos de ello.

Las palabras de Unamuno continúan vigentes. Es responsabilidad de cada quien optar por la vida, la libertad y la inteligencia, y rechazar a los Millán Astray que nos quieren pastorear con lisonjas o amenazas. Es responsabilidad de cada quien evitar que lo agarren de idiota.

Notas: 1. La versión del discurso cuyos extractos relaciono aquí es de Rafael Núñez Florencio. 2. Gracias a Pedro Mendoza, pues por él me enteré de la existencia de este discurso y de su contexto.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

@dolmedosanchez