Socialismo guanaco

descripción de la imagen

Por

04 julio 2014

El populismo es una tentación permanente donde la riqueza económica está desigualmente distribuida. Cuanto menos sean los ricos y más sean los pobres, la probabilidad de la instalación del populismo aumenta exponencialmente.

Ahora bien, intentar erradicar la desigualdad social sin aumentar la producción, ni mejorar verdaderamente la educación (típico del político populista), o incluso poniendo frenos al desarrollo económico vía políticas fiscales erradas o burocracia, es un error inmenso, y --además-- bastante más común de lo que podría esperarse.

Los gobernantes y economistas sensatos lo saben, y son conscientes de que si se embarcan en los desproporcionados costos económicos del asistencialismo al mismo tiempo que destruyen la enorme capacidad de producción de la economía de libre mercado, el modelo colapsa. Simple aritmética: si resto pero no sumo, al principio disminuyo y al final termino en números negativos.

Intentar simultáneamente una disminución importante de la desigualdad social y la conservación de una economía de mercado que permita no solo conservar, sino aumentar la producción y la productividad, no es viable. Venezuela se ha empeñado en hacerlo basándose en la renta petrolera, Ecuador también, Bolivia con su exportación de gas y Nicaragua atrayendo inversión extranjera. En esos países la minoría de los muy ricos se quedaba con los beneficios económicos, ahora el gobierno ha metido mano y --en teoría-- dichos beneficios se reparten entre más personas.

En El Salvador, donde se intenta aplicar el "socialismo guanaco" como lo definieron a principio de este año personeros del partido, ha crecido una hidra económica. Alba se ha propuesto involucrarse en la producción y comercialización de todo lo que se vende, y lograr beneficios económicos a favor de la gente, a favor de la reducción de las desigualdades económicas, a favor de sus inversionistas y --todo hay que decirlo--, también a favor del partido en el poder, tal como quedó patente en las últimas elecciones presidenciales, y después por los nombramientos de personas vinculadas a Alba en cada Ministerio gubernamental.

Pero esto tiene truco. El despliegue sin trabas ni regulaciones del sistema capitalista conlleva, de acuerdo con la teoría que maneja el marxismo, un aumento intrínseco en la desigualdad económica. Entonces aparece la naturaleza centralista y controladora de los políticos de matriz marxista: para eso está el Estado, para evitar que los capitalistas (aunque sean --cosas veredes-- capitalistas de izquierda) se conviertan en una oligarquía que simplemente sustituya la anterior.

Sin embargo, en Venezuela la aplicación del modelo ha conducido al fracaso (desaparecieron del mercado hasta los productos de primera necesidad), en Nicaragua, Ecuador y Bolivia la oligarquía solo cambió de nombres y apellidos, y en Cuba, con excepción de los miembros del aparato del partido, lo que se ha logrado es erradicar la desigualdad haciendo igualmente pobres a todos los cubanos.

El resultado a mediano plazo es otra vez enfrentamiento social: entre los sectores más favorecidos por el gobierno; en buena parte una población marginal que lucha por sus beneficios, escasos pero suficientes considerando que anteriormente no tenían nada y ahora al menos tienen para comer, y las clases trabajadores y medias cuyo nivel de vida ha descendido. Mientras las viejas oligarquías presionan en su afán de recuperar el poder económico y sacar ganancia del río revuelto.

Si bien en teoría lograr amplios beneficios sociales mientras se conserva el sistema de producción capitalista parece viable, la vida misma ha demostrado su imposible realización.

La única manera de reducir exitosamente la desigualdad no pasa por la simpleza de sustituir a los que hacen caminar la economía. Tampoco el crecimiento económico per se lo logra. El populismo bolivariano ha fracasado, esperemos que el anunciado "socialismo guanaco" esté lejos no solo ideológica sino también prácticamente de experimentos romántico-socialistas irremediablemente fallidos.

*Columnista de El Diario de Hoy.

@carlosmayorare