Tres jarrones chinos

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01 julio 2014

Al menos tres expresidentes de la República siguen dando mucho de qué hablar en el país. Y para mal, dicho sea de paso. Si bien todavía no ha transcurrido demasiado tiempo desde que los tres dejaran el más alto cargo de nuestro sistema político --el último apenas lleva semanas fuera del cargo--, todos se han convertido en elementos de desafío para la institucionalidad democrática nacional.

Uno de estos exgobernantes se encuentra prófugo y con un bagaje de respuestas que ofrecer. A él se le ha acusado de haber desviado fondos para financiar, entre otras cosas, la campaña de quien sería su sucesor. La exposición pública de esta espesa maraña tuvo una repercusión indiscutible en los más recientes comicios presidenciales, pero ahora amenaza con sacar a la luz otras ramificaciones que enredarían a personajes hasta ahora poco relacionados con el asunto. ¿Hacia dónde puede llevarnos el hilo de esta trama de intereses políticos, defraudaciones e intrigas? Difícil saberlo. Lo único que cabe desear es que el caso se aclare en sus más nimios detalles y que las próximas revelaciones conduzcan a señalar a todos, absolutamente todos, los responsables.

También el reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia declarando inconstitucional la candidatura presidencial de otro exmandatario tiene derivaciones muy importantes para nuestro sistema democrático. Quienes siempre creímos que esta reelección reñía con la Carta Magna, precisamente por tratarse de un aspirante que a la vez era concesionario del Estado, ahora vemos confirmada aquella sospecha. Lo que adicionalmente se atreve a darnos la Sala de lo Constitucional es la lectura correcta del primer ordinal del artículo 152, que impide ejercer la Presidencia del país a quien hubiere desempeñado el cargo "durante el periodo inmediato anterior".

La relevancia de esta interpretación de la Sala sobrepasa por mucho la situación particular denunciada. Se trata en realidad de una sentencia que agrega oportunos candados a las intenciones de reelección alterna que pudieran estar acariciando personajes más bien enfocados en sus ambiciones personales y poco interesados en el fortalecimiento de nuestra democracia.

En efecto, mientras más obstáculos haya para los reenganches presidenciales, mejor será para todos. La tentación de ejercer el poder con miras a mantenerlo el mayor tiempo posible no es ninguna novedad en el ambiente político latinoamericano. De hecho, casi podríamos afirmar que ha vuelto a ponerse de moda, con variantes quizás, pero con resultados nefastos en prácticamente todos los casos. Poquísimos argumentos hay para creer que los mandatarios salvadoreños, cualquiera sea su partido, tengan méritos suficientes para volver a la silla; con mayor razón deberíamos temer a aquellos que hubieran ejercido sus funciones con una muy notoria proclividad a los lujos, el exceso y la arrogancia.

Y hablando de excesos, ahí tenemos el más reciente acto de irrespeto al máximo tribunal de justicia del país que ha protagonizado el otro expresidente, el tercero y último de nuestra lista. Invocando un "derecho" que en otro tiempo recriminó a los miembros del Parlamento Centroamericano, este exgobernante sí demostró tener prisa en afianzar su curul en el organismo regional. Solicitó la respectiva incorporación incluso días antes de entregar la banda presidencial y ni siquiera una medida cautelar de la Sala de lo Constitucional le hizo detenerse. El acto de juramentación fue tan apresurado, por cierto, que algunos diputados han denunciado el atropello de que han sido objeto los procedimientos internos del propio Parlacen, algo que solo ha servido para despertar nuevas inquietudes alrededor de la funcionalidad y el rendimiento exigibles a esa entidad.

Fue el español Felipe González quien dijo que los expresidentes son como "jarrones chinos en casas pequeñas": nadie pone en duda el valor que tienen, pero lo cierto es que "estorban en todas partes". El problema con algunos de los gobernantes salvadoreños es que no solo han rehusado ser valiosos para consolidar nuestra institucionalidad democrática, sino que han terminado estorbándola. Ojalá nuestros futuros mandatarios obtengan buenas lecciones de estos malos ejemplos.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy.