El reto que plantea la apertura de Sánchez Cerén a la ciudadanía

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03 junio 2014

Salvador Sánchez Cerén fue juramentado como presidente de la República de El Salvador, el pasado domingo. Aunque la ceremonia y el discurso de Sánchez estuvieron plagados de consignas partidarias, referencias ideológicas y términos que buscaban alimentar la evidente euforia de la militancia del partido oficialista, el nuevo mandatario dio señales que sugieren que su estilo de trabajo y, por lo tanto, el de su gabinete, será diferente al que adoptó Mauricio Funes y su equipo de trabajo. Funes se caracterizó por favorecer la confrontación y la descalificación como método para lidiar con discursos y posiciones disidentes, recurriendo invariablemente a insultos, amenazas y tonos sarcásticos para tratar de neutralizar a quienes criticaban las políticas y acciones de su gobierno.

La ahora popular frase "les guste o no les guste", por la que lamentablemente será recordado el expresidente, es congruente con la naturaleza cosmética que revistió todas las iniciativas que lanzó el gobierno saliente con la intención de aparentar un compromiso con la búsqueda de consensos. Todas las mesas de diálogo creadas por la administración Funes, tenían una motivación ulterior, diferente a la generación de posiciones consensuadas y acuerdos de nación.

Sánchez Cerén habló sobre diálogos para encontrar conjuntamente soluciones a las crisis que hereda Funes al país, destacó la creación de consensos y, sobre todo, mencionó su intención por abrir el gobierno a la contraloría social. Después de experimentar las consecuencias derivadas de la prepotencia y consecuente polarización del estilo excluyente de administrar el país de Mauricio Funes, muchos acogen el discurso inicial del nuevo mandatario con optimismo, alegría y esperanza. Otros, no obstante, aún sufren del radical escepticismo generado por cinco años de engaños y falsas iniciativas de diálogo. Incluso algunos opinan que la actitud de Sánchez no es genuina y que no es más que una estrategia diseñada por la izquierda extrema, con la finalidad de proyectar una imagen que les favorezca para las elecciones de alcaldes y diputados del 2015, para después de contar con control absoluto, adoptar un estilo autoritario e intolerante.

Independientemente de cuál sea la posición dominante ante la apertura transmitida por Sánchez Cerén o incluso cuán sincera sea ésta, todos debemos de tomarle la palabra al nuevo gobierno y tomar la iniciativa en la creación de mecanismos de participación ciudadana, contraloría y fiscalización social, y metodologías para facilitar y propiciar la transparencia gubernamental y la rendición de cuentas.

La propuesta de diálogo de Sánchez Cerén impone un reto importante a los diferentes sectores de la sociedad y, en especial, para la oposición política, ya que dentro de la búsqueda genuina de soluciones y la contraloría social que se proponen, no hay lugar para las tradicionales posiciones partidarias, políticas, ideológicas o populistas. La discusión y las posiciones se elevan a un nivel técnico. Esto es fundamentalmente significativo en el campo de la seguridad pública. Hasta el momento, lo técnico ha sido desplazado a un segundo plano por los efectos seductores del populismo y la constante campaña electoral. La apertura de Sánchez Cerén presenta una oportunidad para crear un espacio permanente para generar consensos ciudadanos vinculantes para el Ejecutivo, que sea inmune a la influencia ideológica y partidaria.

Las graves crisis heredadas por el gobierno saliente no se pueden resolver sin amplios acuerdos ciudadanos que generen un amplio apoyo social que permita ejecutar estrategias y acciones que produzcan un impacto positivo significativo. Debemos de aprovechar este espacio (genuino o no) que abrió Sánchez Cerén y explotar la oportunidad al máximo, en favor del bienestar y progreso de nuestro país.

*Criminólogo.

@cponce_sv