Diabólico. ¿Dónde está lo más diabólico?

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18 mayo 2014

Misa diabólica en la universidad de Harvard. Gran escándalo local y mediático. Consecuencias: al final se celebra en un segundo piso de un restaurante chino. Asisten 50 personas. A la misma hora, en la Iglesia de San Paul se celebra, en desagravio, una Hora Santa ante el Santísimo con miles de asistentes. Y en otras partes del país, otros miles de católicos se unen con diversas acciones de adoración a Dios y a la sagrada Eucaristía. ¿Le interesa al diablo ese tipo de satanismo?

Mi opinión es que ni en ese diabolismo grotesco ni en muchas de las sociedades satánicas que existen por el mundo está lo peor de la acción del demonio. No seamos ingenuos. ¡Tanta gente buscando siempre lo satánico en lo sensible, teatral, y espectacular! El diablo es inteligente y deja a sus diablos inferiores que gestionen esas maldades para gente tonta o un poco chiflada.

Piensen, en cambio, mis lectores, en toda esa campaña universal para que niñas y niños, de cinco años o menos, pierdan ya su inocencia con una educación sexual "libre, sin trabas morales". Que en vez de jugar, soñar y amar a las personas y a las cosas bellas con ese encanto tan propio de la niñez, se les enseñe a experimentar con su sexualidad. Escandalizar a los inocentes, pervertirles sexualmente desde temprana edad, eso sí es propio de una refinada maldad. Una vez conseguido ese triunfo diabólico, luego vienen las adolescencias y juventudes lujuriosas, llenas de problemas, los fracasos escolares, la tristeza inmotivada, la búsqueda del amor y la felicidad donde no se encuentran, la desorientación vital profunda, la desesperación, las drogas y, con cifras mundiales crecientes, el suicidio.

Estas campañas de perversión desde la infancia… ¿acaso las hacen extraños seres rojos con cuernos y patas de cabra? No, no; nada de eso. Las hacen, con todas las garantías legales y el respaldo de poderosas instituciones internacionales, incluyendo a la ONU, hombres y mujeres de aspecto muy normal, limpios, bien vestidos, pero que esconden, bajo frases corteses y una amplia sonrisa, mentes perversas que odian todo lo que se refiera a Dios y a sus mandamientos.

Toda esa gente que ha sido convencida y quiere convencernos a los demás de que el progreso de la humanidad está en una rebeldía y odio contra Dios y contra toda ley moral universal, no se da cuenta de que el padre de la mentira y del crimen, Satanás, hace tiempo que tomó posesión de su mente y de su voluntad y que se ríe a carcajadas cuando esas pobres víctimas dicen con gesto de triunfo que ellas son libres, que no obedecen nada más que a su voluntad o su capricho, que ser hombre o mujer es sólo un constructo social, que hay que optar por el género, que ser gay es motivo de orgullo, aunque hayan sido los gays los que trajeron el Sida a la humanidad y aunque después se mueran antes de los cincuenta años por los excesos cometidos contra su cuerpo.

Ahí están las peores de las acciones del diablo, no en las misas negras ni en la estatua que le van a erigir algunos junto al Capitolio de Oklahoma. Está también en todos los engañadores y engañados de que cuanta menos gente haya en el mundo, mejor para el porvenir de la humanidad, sobre todo si los que disminuyen son negros, morenos, amarillos o pobres. Mejor aún si se consigue que el aborto criminal sea un derecho en todos los países del mundo y se condena a la Iglesia Católica porque "tortura a las mujeres cuando prohíbe que aborten".

A los lectores que creen que el diablo no existe, que eso es cosa del pasado, de gente fanática, ultraconservadora, dogmática, enemiga de la libertad... que piensen quién les sugirió esa idea, quién hizo que se fuera haciendo más firme, conforme su conducta se hacía más libertina, más egocéntrica, más satisfecha de sí misma.

*Dr. en Medicina.

Columnista de El Diario de Hoy.

luchofcuervo@gmail.com