Cinco años después

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20 mayo 2014

En marzo de 2009, luego del triunfo electoral de Mauricio Funes, me atreví a escribirle al presidente electo una carta abierta, publicada en estas páginas de opinión, en la que le pedía honrara las palabras que había dirigido al país la misma noche de su victoria.

Y es que, en efecto, en plena sintonía con lo que muchos salvadoreños deseábamos escuchar después de una campaña política agobiante, Funes nos hablaba entonces de "reconciliación", "unidad nacional", "tolerancia" y "respeto a las diferencias". Su discurso de triunfo había querido ser un mensaje tranquilizador, a la vez que una emocionada invitación a aglutinar esfuerzos para que el país iniciara un proceso de diálogo que nos condujera a superar "la confrontación y el revanchismo". El alivio que sus palabras despertaron era lógico, porque el temor a que su administración nos empujara a un cambio abrupto de sistema estaba latente.

La moderación de Funes hace cinco años me resultaba sorprendente si la contrastaba con el talante irreflexivo y hasta autoritario que le había visto desplegar durante su larga candidatura presidencial. "Pocas veces", releo en aquel artículo, "recibí de usted indicios que me hicieran pensar que su carácter, inclinado a la imposición, iba a modificarse. Ahora quiero creer que yo estaba equivocado y que su personalidad, ya relajada por el triunfo, sí incluye las virtudes de la humildad y la prudencia".

Hemos de recordar que, al igual que hoy, en 2009 también parecía que el electorado se había dividido a partes iguales. Por eso creí oportuno decirle al presidente electo lo siguiente: "Los resultados del domingo (15 de marzo) confirman que la masa de votantes salvadoreños se encuentra fraccionada prácticamente a la mitad, y que liderar el país en estas circunstancias debería conducirle a establecer un estilo de gobierno realista, comedido, bien estructurado y abierto al diálogo".

Cinco años después, ya sabemos en qué terminaron aquellas promesas de respeto y tolerancia que en su día escuchamos en labios de Mauricio Funes. Ahora podemos medir hasta dónde estaban fundados los temores que algunos albergábamos en torno a la personalidad del entonces mandatario electo. Incluso lo que no era tan fácil de vaticinar hace un lustro, es decir, las consecuencias que tendría el carácter volátil del futuro presidente, hoy está a la vista de cualquiera: finanzas públicas deterioradas, índices de inversión y productividad a la baja, criminalidad y violencia en terrorífica escalada, magros avances gubernamentales en casi todas las áreas, institucionalidad democrática seriamente dañada, y, a juzgar por lo sucedido el 9 de marzo pasado, una población votante más fraccionada que nunca.

¿Cómo estaría El Salvador hoy si el hombre que el 15 de marzo de 2009 nos prometió ser incluyente, abierto, respetuoso y no revanchista hubiera honrado tales palabras? O para decirlo de otra forma, ¿qué problemas que ameritaban la activa confluencia de numerosos sectores estuvieron lejos de hallar solución debido al carácter impulsivo y autoritario de quien se hallaba en la mejor posición para estimular y fortalecer ese decisivo encuentro de voluntades?

Cinco años más tarde, con la dura experiencia que el país ha debido transitar, se impone la necesidad de llamar a un cambio de estilo de gobierno que acompañe al próximo relevo de autoridades. Apostar por la presunción y el enfrentamiento es tan contraproducente en 2014 como lo fue en 2009; la diferencia es que la sociedad salvadoreña tiene hoy una mayor conciencia de lo que pierde (o deja de ganar) cuando los golpes bajos y la prepotencia dominan la relación entre gobernantes y gobernados. Ya pasamos por allí.

Qué pueda pasar a nuestra nación a partir del 1 de junio es todavía motivo de discusión. Sin embargo, como en toda transición gubernamental, las puertas de la historia se abren a nuevas oportunidades, marcadas por estilos diversos en la conducción del Estado. Imposible no desear, a quienes asumen tan delicadas responsabilidades, que sí tengan la voluntad de cumplir su palabra.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy.