La transición

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30 mayo 2013

Los cambios que El Salvador ha experimentado en los últimos treinta años son, en ciertos aspectos, similares a los que Gran Bretaña experimentó a fines del Siglo XVIII y principios del XIX. Son los cambios fundamentales que marcan la transición de una sociedad agraria a una industrial y de servicios. Como parte de ellos, la población pasó de rural a urbana y las fuente de empleo y de las fortunas de las personas más ricas del reino pasaron de ser agrícolas a ser industriales y de servicios.

En El Salvador está pasando algo bastante similar. A principios de la guerra el poder económico estaba basado casi exclusivamente en la tenencia de tierra y, particularmente, en el cultivo del café. Los grupos económicos que tenían presencia en otros sectores lo tenían en asociación con el café o como extensiones de fortunas que estaban en última instancia basados en el café. Hoy en día la situación se ha revertido. Ninguno de los grupos empresariales grandes del país está basado en la agricultura, y si alguna presencia tienen en dicho sector es por asociación con una producción industrial --como es el caso de la industria de alimentos-- o como legado de una época ya pasada.

Este cambio tiene profundas implicaciones sociales y políticas. La población urbana se vuelve más gregaria, más educada y más igualitaria. Crucialmente, pierde el respeto reverencial y el servilismo que son característicos de las relaciones patronales agrarias, y espera tener una mayor participación en los procesos políticos.

En el Reino Unido de hace 200 años había un obstáculo legal a la participación de las nuevas masas urbanas, la ley definía un electorado muy pequeño basado casi exclusivamente en la aristocracia y los señores rurales. En El Salvador, todos votan, pero el poder de ofrecer las alternativas sobre las que los electores tienen que votar ha estado concentrado en cúpulas cerradas que controlan los partidos políticos, creando una clase política cuyos intereses difieren marcadamente de los del pueblo en general. Este gobierno de los señores impera por igual en la derecha y en la izquierda, con los aspectos y las maneras sociales siendo las únicas diferencias entre las distintas variedades de señores revolucionarios y conservadores.

Los mecanismos que bloqueaban la participación de las nuevas clases medias en el Reino Unido y los que la bloquean en El Salvador son obstáculos para el desarrollo democrático, económico y social del país, y están condenados a desaparecer en la transición de agrarismo a industria. La manera en la que desaparecen, sin embargo, puede variar radicalmente. En el caso del Reino Unido, las mismas clases que tenían el poder agrario tuvieron la claridad de mente y el patriotismo necesario para ellos mismos hacer la Reforma Electoral de 1832, que extendió el poder del voto a casi toda la población masculina. Esto evitó la violencia y los traumas que, por ejemplo, tuvo Francia o los que ha tenido nuestro país.

Nuestra guerra es ejemplo de una adecuación traumática de las estructuras políticas al cambio en la sociedad. Los Acuerdos de Paz representaron un avance enorme en lograr la armonía del cambio, pero el proceso no ha terminado. Todavía hay rescoldos importantes de las viejas estructuras en nuestro sistema político. Todavía nos manejamos con cúpulas medio visibles que conducen a los partidos sin tener ninguna responsabilidad frente a los electores. Esto, en una sociedad urbana como ya es la nuestra, es insostenible. Ya la gente no es servil. La gente se rebela ante esto. Estas cúpulas arcaicas, de yo mando y tú obedeces, desaparecerán como desaparecieron las arcaicas estructuras de antes de 1832 en el Reino Unido. Ojalá que esta desaparición se dé cómo se dio allá --armónicamente-- sin tener que pasar por los traumas que otros países latinoamericanos están pasando ahora bajo caudillos que usan el descontento que crean las viejas cúpulas para establecer regímenes populistas que detienen el progreso por generaciones.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.