El reino de todo lo perdido

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23 April 2019

Ira Anityatä sabía del secreto del arquero peregrino porque ella, la muerte, habitaba el alma de los hombres sin tiempo. De la misma manera que la vida y el silencio habían llenado su ser en el largo camino a Rhuna, fin de su destino. El más corto en espacio —porque estaba dentro de sí mismo— pero el más largo en el tiempo, porque habría de durar toda su existencia. Al través de la travesía un lazo de hermandad unió repentinamente a Ira Anityatâ y a Kanta. Ira sabía de los sueños de Kanta y creía en ellos, porque ella es quien guarda los sueños perdidos de los hombres. Antes de llevar al arquero hasta el puerto de Sheva, al otro lado de Olín, lo invitó a conocer su reino, a pedido del encantador de sierpes. “Muéstrame tu reino, Señor del destino y de todo lo que termina. Pues para llegar a la otra orilla de la vida, tengo que cruzar la muerte, de la misma forma que atravesando la locura se llega a la razón y pasando la noche conquistamos el claro amanecer. Hazme conocer tu reino, Señor de todo lo perdido, hermana y amiga muerte…” Fue así como el encantador de montañas conoció el reino de Ira, el más dulce de este mundo. Porque en él vivían todas las cosas felices que no pudieron ser, así como los sueños que nunca llegaron a despertar.