Llorando legados históricos

San Salvador perdió la iglesia de San Esteban, que tenía más de dos siglos de existencia, con registros que la databan a 1807. Según la nota periodística de este medio en ese momento, los materiales fueron madera y lámina traídos de Bélgica. Había ya sufrido un terremoto, y el descuido burocrático que consideró que no valía la pena invertir en repararla

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22 April 2019

Pocas tragedias humanas se sufren tanto como los incendios. Quizás porque el sufrimiento es a la vez, tan súbito e impredecible como lento y prolongado. El fuego tiene la capacidad de comérselo todo, brutal y violento, cambiando a su paso vidas enteras al borrar presentes y futuros en microescalas, cuando afecta propiedades pequeñas como residencias u oficinas. O borrando siglos de legados históricos y artísticos, cuando afecta patrimonios comunes.

Fue como si la humanidad entera aguantara la respiración mientras veíamos a través de los medios de comunicación, impotentes a más no poder, las llamas que se tragaban la Catedral de Notre Dame en París. A pesar de que la esencia de lo que resguarda y representa Notre Dame jamás podría afectarse con elementos naturales y químicos tan triviales como el fuego, referirse a Notre Dame únicamente en un contexto religioso sería injustamente reduccionista. Después de todo, además del santuario que ofrecía a católicos de todo el mundo, representaba el centro geográfico de París: la referencia visual imperdible de cualquier postal de la ciudad de la luz.

Fue el escenario de las fantasías de Víctor Hugo que Walt Disney animó para una nueva generación de soñadores en El Jorobado de Notre Dame. Le dio al Gobierno de Francia suficientes ingresos en concepto de turismo como para justificar que la propiedad gubernamental permanezca en calidad de leasing gratuito en manos de la Iglesia Católica. En sus adentros se guardaban valiosísimos tesoros de la historia de la humanidad: desde reliquias como la corona de espinas con la que los romanos torturaron a Jesús Nazareno, hasta la placa que marca el lugar en el que Napoleón Bonaparte se arrodilló para ser coronado. Gran parte del valor de Notre Dame, pues, se encontraba en su capacidad de recordarnos a los humanos de hoy la presencia de los humanos de ayer a través de una pluralidad de signos sensoriales.

Si bien el interior de Notre Dame se salvó de gran parte de la tragedia y ninguna vida se perdió, su reconstrucción será sacrificada, litigiosa y probablemente costosa en términos financieros. Sin embargo, por su capacidad de conectar a la humanidad alrededor del globo, a esta reconstrucción por suerte no le faltará la atención, los fondos gubernamentales y filantrópicos, y la experiencia de los más exitosos académicos y profesionales. Pero como señalaba un profesor jesuita experto en arquitectura histórica, los incendios históricamente parecen ser, por desgracia, parte del ciclo de vida en las construcciones de iglesias y catedrales. Evidencia de ello es el hecho de que tantas catedrales con centenios de existencia tengan fechas de construcción diferentes para sus diferentes partes. Y sin embargo, no todas los tesoros que nos han robado los incendios han sido llorados o extrañadas con la misma perspectiva holística (que acapara más allá de la religión) con la que se está estudiando la pérdida en la catedral de Notre Dame.

En este contexto, varios salvadoreños recordaban en las redes sociales que en 2013, San Salvador perdió la iglesia de San Esteban, que tenía más de dos siglos de existencia, con registros que la databan a 1807. Según la nota periodística de este medio en ese momento, los materiales fueron madera y lámina traídos de Bélgica. Había ya sufrido un terremoto, y el descuido burocrático que consideró que no valía la pena invertir en repararla. Pero las prioridades del Estado reflejan las prioridades de la ciudadanía. Que no hemos llorado lo suficiente las pérdidas de nuestros legados históricos es señal de que no hemos terminado de entender los tesoros que guardaban en sus interiores ni nos hemos interesado por las historias humanas que podían contar. Y esta falta de entendimiento explica por qué no tenemos gobiernos comprometidos a ser verdaderos guardianes de nuestro patrimonio.

Lic. en Derecho de ESEN, con maestría en Políticas Públicasde Georgetown University. @crislopezg