Las rojas cifras del caos vehicular

Es la nula supervisión de las autoridades ante la falta de cumplimiento de las reglas de tránsito lo que genera el caos y el desorden

descripción de la imagen
Foto EDH

Por

02 April 2019

El accidente del viernes pasado en la carretera al Puerto de La Libertad , que dejó cuatro muertos y una decena de heridos tras “írsele los frenos” a un camión que iba disparado para abajo (para arriba se caracterizan por volver el tráfico a paso de tortuga); “el choque” unos días antes de dos microbuses carretera a Santa Ana, que también provocó varios muertos y heridos por el pan de cada día en el transporte público: la disputa de la vía. Y el accidente durante una de estas madrugadas en el Bulevar San Romero, cuando un camión de carga arrolló un auto que incursionó intempestivamente en la vía, dejando otros tres muertos, son algunos de los últimos accidentes con crecientes cifras trágicas. ¿Hasta cuándo este nivel de víctimas?

Tras una década al frente del Ejecutivo del actual proyecto político, que va ahora hacia fuera, ojalá se considerara para intentar resolver este tema que nos afecta a todos en la cotidianidad, el que todo empieza por la gente —“it’s all about people”—. Porque de imperar mentalidades primitivas entre los responsables del área, los sapos y súper sapos se convierten en vallas de cemento, tipo ratoneras que, excluyendo lo estético, quitan movilidad para la ampliación de sentidos en las horas pico, como se hace en los países del Primer Mundo. Es como si los encargados de los aeropuertos tuviesen mentalidad de transporte pesado, jamás podremos intentar competirle a El Dorado, Tocumen o George Bush International Airport.

Pero es la nula supervisión de las autoridades ante la falta de cumplimiento de las reglas de tránsito lo que genera el caos y el desorden. Puede para ello hacerse uso irrestricto de tecnología. Le escuché, para el caso, decir una vez a Rudy Giulliani, ex alcalde de Nueva York y asesor en seguridad, que en los Estados Unidos los asaltos a los bancos finalizaron cuando pusieron cámaras de seguridad en cada agencia bancaria. En el mundo desarrollado, los medidores de velocidad electrónicos multan a quien vaya un tanto arriba de la velocidad permitida, ya no se diga ante las barbaridades que en plena vía pública y a la luz del día se cometen acá, cámaras enfrente, en avenidas y carreteras donde lo que impera es la ley del más fuerte.

Si bien es cierto que el “parque vehicular” ha aumentado exponencialmente —sucede así en la mayoría de países que intentan marchar al ritmo de la globalización— hay que supervisar meticulosamente que los planos de los proyectos que se someten a licitación eviten pasar por alto errores de envergadura como los perpetrados en los pasos a desnivel. El “bypass” del redondel de Naciones Unidas, por ejemplo, es el primero que he visto en mi vida que por un lado (de la Escalón hacia Santa Elena) pasa por abajo del redondel y al revés no (de Santa Elena hacia la Escalón tira hacia el redondel). El otro ejemplo es el redondel Masferrer, cuyo carril de incursión quizá más importante hacia la Jerusalén va a topar con una casa.

Quien escribe no es experto en la materia ni pretende serlo, pero basta un tanto de sentido común y haber visto lo que se hace en los países desarrollados para intentar superar el caos. Los transportes de carga con mercadería tienen horas específicas para abastecer a sus compradores antes de las horas pico; los ejes preferenciales tienen horarios de “rush hour” en los cuales nadie puede estacionar so pena de tener que irlo a recoger (tropicalizado) a Changallo y pagar el costo de la grúa que lo llevó y una multa (así nadie terminará estacionándose en horas pico), etcétera. La lógica es que el interés común prevalece sobre el interés particular.

No se trata de andar re-inventando nada, se trata únicamente de aplicar las leyes, reglamentos y, sobre todo, el sentido común. Y de ser persistente en dicho cumplimiento como lo demanda el Estado de Derecho. Alta, muy alta nos está siendo la cuota de vivir en el subdesarrollo en pérdida de vidas humanas. El Salvador merece aspirar a más.

Abogado y periodista.