Mucho se escribe sobre innovación e invención. Es un tema que siempre está de moda. Desde muy antiguo, el ser humano siempre ha deseado mejorar sus condiciones de vida, y para ello ha hecho muchísimos inventos. Nuestra búsqueda por hacer nuestra vida más fácil, más rápida y más eficiente se evidencia en cada uno de los inventos en las distintas etapas del desarrollo humano.
Toda innovación tiene un resultado: éxito o fracaso. Y una acumulación de errores en el proceso de aprendizaje. Atreverse a hacer cosas nuevas conlleva siempre un riesgo. Sin embargo, hay una chispa interna que nos motiva a aventurarnos, muchas veces sin pensar en las consecuencias para las siguientes generaciones.
Inventar no es igual a innovar. Inventar es crear ideas para construir algo sin verificar si puede ser sostenible en el largo plazo o si es comercialmente viable. Ejemplos de inventos hay desde propuestas científicas, obras de arte, música, diseño de productos, modelos de negocio y prototipos de trabajo. Ningún invento puede ocurrir sin la creatividad; y algunos expertos piensan que la necesidad es la madre de la invención. Existen tres tipos de inventos: los científico-tecnológicos (incluyendo el área de la medicina), los sociopolíticos (incluyendo la economía y el área de seguridad jurídica); y los humanístico-culturales.
Ahora exploremos el término innovación que es un concepto que trasciende a la invención. Innovación es la aplicación en la práctica de nuevos inventos que pueden ser vendidos como productos y servicios. La innovación requiere conocimiento técnico y práctico, competencias, necesidades de mercado y soporte financiero. La innovación, desde el punto de vista estratégico, es la comercialización exitosa de la invención.
El innovador puede ser una persona, una microempresa, empresas grandes, un gobierno, una ONG o Naciones Unidas. Cada innovador, dependiendo de sus capacidades, escogerá su propia estrategia para adoptar sus innovaciones. Usualmente estas son nuevas tecnologías, modernos procesos o nuevas empresas que requieren de las siguientes capacidades: inversión de recursos, talento de sus empleados, sistemas y cultura apropiada para su implementación. Además, acoger algo nuevo también depende de las oportunidades de la industria y el mercado al cual sirve la empresa. Ahora bien, ¿Cómo podemos aventurarnos a innovar?
Según mi profesor de estrategia, el Doctor Julian Birkinshaw, de London Business School, ante una innovación, es posible identificar cuatro estrategias generales. Estas son: (1) enfatizar y expandir su implementación inmediata, (2) evaluar la innovación, (3) implementar con prudencia disminuyendo la velocidad de ejecución; y finalmente (4) no acoger la innovación o evadirla. Por ejemplo, en el caso de tecnologías disruptivas como la Inteligencia Artificial o Big-Data -cuyos principales patrocinadores son multinacionales como Apple, Facebook, Amazon, Alphabet o Microsoft - es obvio que su estrategia será la primera, ser pioneros en enfatizar y expandir cualquier tecnología disruptiva utilizando toda su hegemonía. Estas empresas cuentan con todos los recursos disponibles a su favor.
Sin embargo, una microempresa salvadoreña con capital limitado y con pocas oportunidades de mercado, escogerá el cuarto alcance estratégico (evadir). Entidades con capacidades mediocres, pero con muchas oportunidades, como es el caso de monopolios, probablemente escogerán la segunda estrategia: evaluarán la innovación mientras desarrollan las capacidades que no tienen. Los que tienen altas capacidades con oportunidades limitadas; implementarán la tercera estrategia (adoptando despacio poco a poco y con prudencia). Esta estrategia es una de las más equilibradas a considerar cuando se inicia un proceso de innovación y transformación para crear nacientes aventuras económicas. Aventurarse a innovar depende del contexto de la entidad, sus oportunidades y sus capacidades propias muy particulares.
CEO-Fundadora de Eleonora Escalante Strategy
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