Peccorini

“Porque era un sabio, porque era un santo, por eso fue quitado de este mundo (…) porque su luz ennegrecía a quienes tienen los ojos enfermos y porque su valor juvenil y su espíritu de lucha, a los 74 años, descubría verdades que se tenían como tabúes y parecían indecibles. Murió, víctima de la irracionalidad y de la barbarie, pero sus méritos, sus virtudes, su ejemplo, sus ideas, su filosofía: quedan. Su espíritu: vive”.

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20 March 2019

El pasado 15 de marzo se cumplieron 30 años del asesinato de un filósofo, exjesuita y columnista de El Diario de Hoy. La Comisión de la Verdad le dedicó apenas cinco párrafos y decidió no identificar a los responsables. Como a la mayoría de víctimas de la guerra, a él también lo engulló el olvido.

Aquí transcribo parte del discurso de Don Matías Romero en las exequias del Doctor Francisco Peccorini y que se publicaron el 20 de marzo de 1989 en este periódico... “Porque era un sabio, porque era un santo, por eso fue quitado de este mundo (…) porque su luz ennegrecía a quienes tienen los ojos enfermos y porque su valor juvenil y su espíritu de lucha, a los 74 años, descubría verdades que se tenían como tabúes y parecían indecibles. Murió, víctima de la irracionalidad y de la barbarie, pero sus méritos, sus virtudes, su ejemplo, sus ideas, su filosofía: quedan. Su espíritu: vive”.

“En esta ceremonia, indescriptiblemente triste, la Academia Salvadoreña de la Lengua viene a despedir al amigo, al colega, al maestro, a su ilustre Miembro de Número, Dr. Francisco Peccorini, ex catedrático de la Universidad de El Salvador, profesor emérito de la California State University, autor de numerosos libros de filosofía y de historia patria y, sin duda alguna, el filósofo más profundo y más completo que ha producido El Salvador” (…)

“El filósofo salvadoreño hizo de la metafísica un sacerdocio y su apostolado consistió en un llamado continuo y emocionado (siempre hablaba como braceando afanosamente en el mar de su emoción) hacia la unidad de los seres en el ser, es decir, en Dios. Sin duda por eso le atrajo tan poderosamente el ontologismo de Rosmini y se atrevió a asomarse al abismo de Sartre para tratar de comprender a ese ateo que, más bien planteando una dolorosa alternativa entre el panteísmo y el antagonismo del hombre frente a Dios, se esfuerza por salvar la libertad humana y mantener cierta especie de autonomía ontológica del hombre, posterior al acto fundamental de la creación. Peccorini, como Zubiri, se debatió y sudó tinta en ese intento por conciliar las exigencias de la razón con los principios de la teología”.

“Al otro lado del metafísico, especie extraña que pocas veces se halla en la historia de la filosofía y de la que aquí en El Salvador él parece ser el único ejemplar, había otro hombre casi contradictorio: el patriota concreto y comprometido, el historiador que trató de penetrar en la voluntad secreta de los próceres y, en los momentos actuales, el defensor de los derechos humanos y el convencido combativo de una determinada opción política. Hemos dicho que esta otra cara del filósofo parece contraria a la del metafísico, pero corregimos la apreciación: había unidad lógica entre lo uno y lo otro” (…)

“Pero no es este el momento para hablar de su filosofía. Digamos, más bien, una palabra, una palabra empapada en lágrimas y en cariño, acerca del hombre bueno que fue, acerca del niño que había en él, acerca del amigo generoso y comprensivo, acerca del consejero y del maestro que estimulaba a los demás sin envidia ni mezquindad. Al perderlo, al despedirlo para siempre, muere también con él una parte de nuestro corazón. En la Academia Salvadoreña de la Lengua queda un sillón vacío difícil de ocupar (…) Su dignísima esposa ¿cómo consolarla y cómo decirle que el Dr. Peccorini sale de la dimensión terrena para estar en las mansiones de la inmortalidad? La gloria no borra al dolor; más bien parecen ir juntos y ser el uno la paga de la otra”.

“Descanse en paz, amigo y maestro, Dr. Peccorini”.

Abogado @dolmedosanchez