Divide y vencerás

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15 March 2019

La lógica, la ciencia, la filosofía, apuntan al mismo objetivo: la verdad. Verdad que es al mismo tiempo una propiedad de las cosas y una propiedad de la mente de quien conoce las cosas. Es verdad que el agua, en condiciones determinadas de presión atmosférica, hierve a cien grados centígrados, como también es verdadero nuestro conocimiento cuando sabe esa realidad.

El instrumento que tenemos los seres humanos para compartir con las demás personas lo que conocemos, nuestra percepción de lo real, es el lenguaje. Alguien muy inteligente, o muy educado, o con una amplia experiencia de vida, será entonces un buen comunicador, uno con habilidad y capacidad para compartir “su” realidad (o “la” realidad) de manera eficaz.

Pero esta moneda tiene otra cara, y es que el lenguaje como instrumento de comunicación puede ser utilizado no solo para distorsionar la realidad, sino también para manipular a los demás presentando las cosas no como son, sino como interesa al manipulador que los demás las perciban. Lo que desde siempre se ha conocido como propaganda… y que tiene su auge tanto en tiempos de guerra, como cuando se instala en la sociedad alguna tiranía, sin importar que esta sea política, religiosa o ideológica.

Esto hace que en ocasiones el lenguaje sea el arma más eficaz de lo que se podría llamar un imperialismo cultural, o el intento de cambiar la realidad a partir del uso de la lengua.

Así, por ejemplo, de poco sirve que la Real Academia de la Lengua explique una y otra vez que el llamado lenguaje inclusivo es innecesario pues en el castellano “la morfología de género tiene un uso inclusivo que es el masculino”, o que intente adaptarse a los tiempos mostrando que en determinadas profesiones que fueron ejercidas por hombres y en las que han entrado mujeres aparece primero la distinción de género con el artículo el o la, y que admita que la siguiente fase de evolución lingüística sea el cambio de terminación…

Pues, a fin de cuentas, lo que pretenden quienes impulsan con empeño la ideología de género no es cambiar la manera de hablar ante una realidad que consideran injusta, sino algo más radical: cambiar la realidad a partir de la generalización de un uso inclusivo del lenguaje saltándose todas las normas lingüísticas, precisamente porque son normas, y por lo mismo las consideran impuestas por la concepción de la realidad que quieren derrocar para instalar la propia.

A fin de cuentas, pues, la batalla va mucho más allá de si aceptamos que junto con “miembros” de una comunidad, por ejemplo, se pueda decir “miembras” para incluir a las mujeres… Se trata de evitar que se diluya la realidad, que se acomoden las cosas al arbitrio de los poderosos, que se instalen tiranías “democráticas”… se trata, en definitiva, de salvaguardar la razón y la cordura.

No es cosa baladí la manipulación lingüística. Si se cree que solo estamos hablando de transformaciones de un código convencional de signos, pensemos en la gran catástrofe mundial provocada por el nazismo exaltador de la raza; o en los millones de muertos del genocidio étnico-político que una falange radical de hutus de Ruanda perpetraron en 1994 contra la minoría tutsi, azuzados por discursos de odio más o menos generalizados. O cómo a principios del siglo XIX los esclavos africanos no “eran” personas, del mismo modo que ahora no lo son —para algunos— los niños por nacer.

Siempre presente el antiguo “divide y vencerás”, como la acción de un poder ideológico fuerte, compuesto por un número reducido de personas, que introduce en la sociedad por medio de la manipulación del lenguaje y otros medios a su alcance, cuñas de división que terminan haciendo saltar en pedazos la realidad misma, y a todos con ella.

Ingeniero @carlosmayorare