El Zoológico del mal

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15 March 2019

El Parque Zoológico Nacional está lleno de crueldad. Algunos argumentan que debería cerrarse: por el abandono en que está, por la falta de inversión y por la mala experiencia educativa que representa. El mayor problema del zoológico son algunos seres humanos que están contratados.

Conozco profesionales increíbles que han dedicado mucho tiempo de su vida a ayudar al Zoo; de los mejores profesionales del país han pasado por ahí y no ha habido solución. Conozco al director y varios exdirectores, conozco a veterinarios, biólogos, jauleros y otros tantos con mística acrisolada, pasión por su trabajo, que no duermen cuando un animal está enfermo. Pero el Zoo está enfermo. Escudados en sindicatos se han reunido lo peor que tenemos como sociedad y nunca ha habido quien tenga el valor de hacerles frente. Nadie se ha parado y dicho ¡basta ya! Cada vez que ha habido exigencias administrativas, se desquitan con los animales; cada vez que se les obliga a cumplir con sus responsabilidades laborales, aparece un animal muerto. Cada vez que se tratado de llegar a una solución, el chantaje y la bajeza han ganado.

Es un ambiente que debería ser un encuentro con la naturaleza, educativo, familiar; un lugar donde nuestros hijos puedan aprender de las maravillas de la naturaleza, asombrarse por ver aves de colores, reírse por ver monos jugando, comprender lo imponente que es un jaguar; un espacio que bien administrado debería de ser grandioso. Nuestro Zoológico dista mucho de ser esto, es un ambiente viciado, es un ambiente de muerte, de crueldad, donde circula el mal.

La gente que ha pasado por el Zoo me ha contado tantas historias, como que es habitual que se pierdan animales bajo llave. Cuando se investiga o la policía interviene, vuelven aparecer mágicamente dentro de sus jaulas. Una vez un grupo de veterinarios se dedicó a investigar cuáles eran las causas de mortalidad del Zoo, se descubrió que los envoltorios de comida eran un de las principales. Con datos sólidos fue una batalla campal lograr sacar de las instalaciones del Zoo a los vendedores, da la casualidad que los puestos de venta de comida y churritos son de familiares de los miembros del sindicato.

Cada medida administrativa implementada se ha topado con resistencia de los sindicatos, y la moneda de cambio son los animales. Hieren, mutilan y matan animales con el objetivo que la administración del Zoo se vea afectada. Amplios reportajes periodísticos enumeran la cantidad de muertes del Zoo y se culpa a los administradores. Estos temerosamente salen a dar declaraciones y no enfilan su artillería a los verdaderos culpables. Temerosos porque si hablan seguro aparece otro animal muerto. Han dejado que le chantaje les gane, o los directores no se sienten con la fuerza suficiente para pararlos. Llegamos al grado de implementar un sistema de videovigilancia, tanto para monitorear a los visitantes, pero sobre todo para monitorear a los empleados. Durante este proceso, curiosamente, de los últimos recintos en ser instalado el sistema fue el de Gustavito y ya todos conocemos cual fue el resultado.

Ya basta. Hay un mal que vive en el Zoológico Nacional. Ya no podemos soportar la indiferencia, la tibieza o la inacción. Para salvar al Zoo solo podemos si llegamos a la raíz del mal y si en este procedimiento terminamos cerrando el Zoo y mandando a todos a su casa, que así sea. Pero no se vale que sigan matando animales como carta de negociación porque les exigen trabajar. No más.

Consultor en sostenibilidad empresarial