La locura del tráfico

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26 February 2019

El tráfico vehicular en el área metropolitana de San Salvador es un problema grave que afecta la calidad de vida de los capitalinos. Siempre lo ha sido, pero en los últimos años ha llegado a niveles sin precedentes y el daño es alarmante. No conozco investigaciones que hayan estudiado el impacto económico del caos causado por el tráfico en la capital. Sin embargo, creo que no resulta descabellado estimar que los costos directos e indirectos son elevados. Estoy seguro de que es mucho el dinero que se pierde por la falta de productividad y el deterioro vehicular en que incurren quienes pasan, a veces hasta horas, estacionados en las arterias de San Salvador.

Sin duda también existen secuelas emocionales y culturales. Las personas que tienen que pasar buena parte de su día desplazándose de un lugar a otro, acaban su jornada con un desgaste emocional significativo. Navegar las calles en medio de insultos, pitos y conductores descorteses tiene un impacto en nuestro ánimo y paciencia. Exponerse a ese tipo de ambiente tiene el potencial de normalizar conductas inaceptables. Hacer doble carril, invadir el carril de otros, insultar y pitar se vuelven comportamientos tolerables, dando así espacio para que la falta de tolerancia, el irrespeto a las normas y la falta de solidaridad social sean justificables bajo ciertas circunstancias.

El tráfico tiene a su base varios problemas interrelacionados, todos resultantes de una deficiente planificación urbana. Es común, por ejemplo, que el sector público no haga las modificaciones respectivas en la infraestructura vial después de aprobar la construcción de edificaciones de alta densidad. El tráfico aumenta cuando se sustituyen viviendas por torres de apartamentos. Estas últimas albergan a muchos más residentes, por lo tanto, más gente sale a sus trabajos y regresa a su residencia desde esos puntos. Esto se traduce en tráfico si no se adecúan las calles de acceso para poder asimilar el tránsito de más personas. Durante los últimos años, San Salvador y los municipios adyacentes han presenciado la construcción de varios edificios de apartamentos, pero el sector público no ha modificado los accesos viales para evitar que esto cause embotellamientos. Por supuesto, al final se acabó en embudos y, por lo tanto, tráfico.

El área metropolitana de San Salvador ha crecido de forma desordenada. Las personas tienen, por lo tanto, que desplazarse distancias más largas para realizar actividades cotidianas. Un mayor número de salvadoreños, en consecuencia, se ve en la necesidad de ocupar las calles, avenidas y autopistas al mismo tiempo. La falta de un sistema de transporte público seguro, eficiente y atractivo aumenta aún más la cantidad de vehículos en las calles.

El desorden que prevalece y propicia el transporte público en el país es impresionante. Esto, en gran medida, tiene que ver con las mafias que operan en la concesión de rutas y el sistema de subsidios. El poder político y el alcance de estas redes de corrupción son sorprendentes e indiscutibles.

Es cierto que resolver el problema de tráfico no es una tarea fácil, pero eso no debe de ser excusa para postergarlo. Al contrario, la complejidad del problema debe motivar a que su solución se convierta en prioridad. Es necesario empezar lo antes posible. Para resolver exitosamente el tráfico se requiere de un abordaje eminentemente técnico, alejado de los intereses políticos y las influencias partidarias. Sería sumamente interesante ver involucrado en este tema al sector académico, contribuyendo y difundiendo propuestas para iniciar un debate público que genere la presión ciudadana necesaria para impulsar cambios reales y significativos. Algunas ya empezaron, pero es necesario que más se sumen y que su trabajo sea difundido y discutido.

Criminólogo

@_carlos_ponce