No me interrumpa, ¡por favor!

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23 February 2019

La televisión apareció tímidamente en la vida de los salvadoreños a mediados del siglo pasado. Los que fuimos niños durante esa segunda mitad del siglo, recordamos con cariño aquellas horas —muy contadas — en las que nuestra imaginación era capturada y catapultada por las chiquilladas que se transmitían vespertinamente: caricaturas con los personajes de Disney, de voces atipladas que desesperaban un poco, pero con una música de fondo que, sin nosotros saberlo, nos aprestaba para gustar posteriormente de los grandes clásicos de la música.

De adolescentes, al escuchar a Beethoven, a Rossini, a Tchaikovsky, los reconocíamos por su aporte musical durante aquellas tardes inolvidables. Ya después, algo “más mayores” (error que cometen en dos ocasiones los traductores del libro “Becoming” de Michelle Obama, editado por Plaza y Janés que recomiendo a educadores y mujeres de temple) nos emocionaríamos con los capítulos de “Batman”, “Viaje a las estrellas” “El hombre del rifle” “El fugitivo” y otros entrañables.

Después del conflicto, ya todos “más mayores” (dos veces yo también) nos hemos acostumbrado a una televisión omnipresente y eterna, enemiga de escuelas y docentes, nana privilegiada y barata de niños repantigados, iletrados y obesos: cebones, en una palabra de antaño. Ya nadie habla de la dominación cultural ni de “lavados de cerebro” propios de la época de la “Guerra Fría” y que tuvo en el libro “Para leer al Pato Donald” (Dorfman y Mattelard) su más académico instrumento de lucha.

La globalización es el concepto ómnibus y aséptico que ahora sirve para explicar todo. Para los adultos, ha sido el tiempo de los programas de entrevistas, adonde convocan a quienes tienen algún protagonismo en la vida pública nacional. Empezaron semanalmente, formato que no cansa; pasaron luego a frecuencia diaria, que permite identificar el estilo de entrevistar de cada cual, pero también las muletillas y falencias por igual de entrevistadores y entrevistados. Esos programas proliferaron como hongos, la verdad y, como todo en demasía, llegaron a cansar. Más que nada, a lo mejor, por el estilo de los entrevistadores quienes, en lugar de intentar hacer que el entrevistado se explique y explaye, parecen más interesados en mostrar su sapiencia y acuciosidad investigativa: una pregunta de ellos (o ellas, que también aparecen en pantalla con su permiso o sin él) toma casi tanto tiempo como la respuesta que piden a sus entrevistados. Sugiero a los productores de esos programas que cronometren el tiempo que usan entrevistado y entrevistador para que saquen sus propias conclusiones.

El Dr. Fabio Castillo, nacido años antes que la televisión llegara a este país, apareció el domingo pasado en una comentada entrevista televisiva (https://focostv.com/?p=3871). De su boca, de la que no salen palabras sin haber pasado antes por su privilegiado filtro cerebral se escucharon varias afirmaciones fuertes en esa entrevista. Por ejemplo, refiriéndose a la expulsión de Bukele del FMLN dijo: “Creo… que fue algo… sobre todo, no quisiera ocupar una palabra fuerte, como estúpido... pero inadecuado”. Con su peculiar estilo, habló de varios temas, lanzando puyas más a diestra que a siniestra, pero también reveló algo que ha preocupado intensamente a quienes consideran necesaria la existencia de un FMLN renovado, democrático y vigoroso.

Los entrevistadores, sabedores de los lazos del Dr. Castillo con el Frente, estaban interesados en conocer su punto de vista sobre la reorganización por la que atraviesa el partido. “No pertenezco a la dirigencia, como ustedes saben, ni soy convencionista —dijo — pero siempre me invitan y voy. Tampoco soy un militante común y corriente, no es presunción, pero es la verdad”. Y comentó que él venía observando, a la vez con atención y preocupación, que cuando se llegaba al momento de la votación sucedía que, cuando llamaban por votos a favor, se alzaban todas las manos; cuando por votos en contra, ninguna; cuando por abstenciones, ninguna. Le preocupaba a él, y ahora a muchos, pues un partido monolítico es inconcebible. Su conclusión: “No solo la dirigencia podía anquilosarse, sino también la militancia podía anquilosarse”.

Muchos de esos convencionistas del FMLN a los que se refirió el Dr. Castillo han de haber cantado en los años Setenta y Ochenta las canciones de Facundo Cabral. Recordarán que una de sus más conocidas empezaba diciendo. “Preste atención, compañero, a lo que voy a cantar, porque quizá en una copla nos tengamos que encontrar”. Por favor, óiganla entera de nuevo ahora que se está en la reestructuración, pues, a la luz de lo afirmado por el Dr. Castillo en esa entrevista, ciertamente alcanza igual para cúpula y para militancia. “Que sí, que no, lo mismo me da, si el sí y el no, no alcanzan igual a mi libertad. Yo tengo dos enemigos pues dos puntas tiene el mal: el hombre que pisa a otro y el que se deja pisar”. ¿Más claro?

Psicólogo