David contra Goliat

descripción de la imagen

Por

15 February 2019

Una apreciada persona a quien conocí en su faceta de responsable padre de familia, me puso en contacto con la investigación de Malcom Gladwell, el inquieto periodista, sobre la historia de David contra Goliat.

En la “TED Talk” que amablemente me compartió esta persona (a quien he descubierto como estudioso de la historia universal), Gladwell aparece presentando su libro “David y Goliat”, en el que pretende demostrar que no siempre las adversidades o desventajas inhiben necesariamente de alcanzar un triunfo.

Una de las conclusiones del libro es que, si un enano quiere vencer a un gigante, no le conviene pelear con las reglas del gigante. En esa charla, el autor explica que ni el pastorcito era tan indefenso como nos lo han pintado, ni el gigante tan poderoso como se lo creía.

Empecemos por el pastorcito: acudió a la cita provisto solo de su honda y piedras. Él explica entonces que la honda era, en las manos del pastorcito, un arma poderosa que le permitió pelear con el oponente a prudente distancia y, además, que la piedras —que el propio pastor escoge— intensificaban el impacto del proyectil haciéndolo semejante al que provocaría uno disparado por las actuales pistolas de 45 mm. Impactos tan letales el uno como el otro. El pastorcillo, entonces, no acudió a la cita indefenso ni desarmado, sino provisto de un instrumento que, a más de manejar con pericia era la “artillería” menor de aquellos tiempos (siendo la mayor los arcos y las flechas).

Pasa luego al gigante. Según sus investigaciones documentales de las que nos informa en su charla, él afirma que el poderoso gigante fue conducido al campo de batalla por un joven que lo lleva tomado de la mano. Visto a la distancia, el gigante infundía tanto miedo que solo el pastorcillo se ofrece voluntariamente y baja premunido, como se ha dicho, de su honda y cayado. Al verlo llegar, Goliat arde en cólera e increpa a David, preguntándole: “¿Crees que enfrentarás un perro, ya que bajas con palos?

¿Con palos, en plural?, se pregunta Gladwell, si David llevaba solo uno. Une los dos datos y ¿habrá sufrido de problemas de visión el poderoso Goliat? hipotetiza Gladwell. Va más allá: ¿gigante, con problemas visuales? La acromegalia, desorden hormonal que genera gigantismo, por el crecimiento inusual de los huesos, (si aparece en edades tempranas), o el crecimiento de algunos órganos (si se presenta cuando los huesos ya han cesado su crecimiento) tiene en las afectaciones visuales uno de sus síntomas secundarias.

El gigante, entonces, no es tan poderoso: sufre una condición especial. Pero, en fin, que eso no fue lo que lo hizo perder la batalla, continúa el disertante, sino esperar que su contrincante peleara de acuerdo con sus reglas. “Ven, acércate, pelea conmigo y permite que alimente a los animales con tu carne fresca”, le grita Goliat a David, sin darse cuenta de que el pastorcillo está haciendo girar su honda mientras apunta a la frente, arriba de los ojos. ¡Zas! El proyectil acierta con tanta fuerza al gigante que lo tumba ¿desmayado, ya muerto? Poco importa, pues en ese momento, el pastorcillo corre hacia él, toma la propia espada de Goliat y ¡kaput!, le cercena la cabeza terminando con la pelea y la guerra inscribiendo su nombre para la posteridad.

¿Por qué esta persona me hace llegar esta “Ted Talk” en la época postelectoral?

— Encontrará que las semejanzas saltan a la vista —me dijo.

Ahora que sé más sobre el libro, creo que habrá que leerlo. Además, Gladwell se lee fácil y entretiene. ¿Será casual que esta persona haya sido impactada tan fuertemente por esta historia?, me pregunto ahora. ¿Tendrá acaso que haber lidiado con algún gigante en algún momento de su vida, exitosa desde el punto que se la mire? Se lo preguntaré la próxima vez que lo vea.

Psicólogo