Incertidumbre 2019

.

descripción de la imagen

Por

02 January 2019

Arranca el año 2019. Una sola palabra define el ánimo colectivo: incertidumbre. Hay aprensión en el ambiente, flota en el aire una singular carga de escepticismo, de amargo recelo. La decepción por una campaña presidencial amorfa y sin brillo ha dado paso a la ansiedad. Las pláticas entre familiares y amigos, al calor de las reuniones navideñas y de fin de año, han girado en torno al mismo tema recurrente: ¿qué pasará en estas elecciones? Ninguna hipótesis parece calmar a los más nerviosos: las tendencias unánimes de las encuestas han puesto números a sus peores pesadillas. Y a cada análisis integral de los posibles escenarios responden con suspiros. “Quiera Dios que tengás razón”, deslizan, entre la incredulidad y la esperanza.

En un mes vamos a las urnas y cuesta ver cómo las campañas de ARENA y el FMLN darán los virajes estratégicos de que carecieron siempre. Afortunadamente, la historia del comportamiento electoral salvadoreño tampoco acompaña los delirios de grandeza del candidato de GANA. Encuentro muy difícil, por tanto, que alguien pueda proclamarse ganador en primera vuelta, si bien creo que solo ARENA estaría en capacidad de lograrlo; y esto no solo por razones logísticas, sino por el recurso (aún poco explotado) de apelar a la conciencia de aquellos electores que tienen en sus manos el resultado final.

La movilización del voto el día D es clave para los tres partidos con posibilidades reales de triunfo, pero únicamente los dos más grandes disponen de estructuras territoriales preparadas para esa misión. Si el candidato que ya recurrió a ese fantasma insiste en el fraude, lo que revelará es que ha entendido (quizá muy tarde) que la disputa material por cada sufragio no puede ser sustituida por un “like” ni por miles de seguidores ficticios en redes sociales. O se cuenta con gente para contar, o las cuentas alegres no cuentan.

Pero hay algo todavía más valioso, un intangible que ya únicamente ARENA puede transmitir a los votantes indecisos: certidumbre. La llamada a reflexionar sobre el futuro del país, descartando cualquier aventura populista, es el mensaje que el principal partido de oposición está obligado a repetir y repetir. Aunque todo ofrecimiento específico tiene su peso, la campaña ha entrado en una fase en la que debe apelarse a la sensatez del electorado.

Ciertamente, exige mucha mayor creatividad explicar a la gente por qué la democracia es activo indispensable. Pero renunciar a creer en la capacidad de los salvadoreños para razonar su voto no es opción. Los populismos se alzan con la victoria allí donde quienes deben contrarrestarlos lo hacen con timidez o torpeza. El populista es un experto en el manejo de las emociones, pero pierde los papeles cuando se enfrenta a dosis letales de sentido común.

“Los mismos de siempre”, por ejemplo, es un reduccionismo que descansa en la veracidad de la antítesis que propone: si ellos son “lo mismo”, mi opción encarna “lo nuevo”. El problema con GANA no es solo que sea más de lo mismo, sino que viene a ser lo peor de lo mismo. Aparte de ninguna novedad, el mayor aporte del partido fundado por Tony Saca en estas elecciones es una trayectoria plagada de bien documentadas traiciones a la democracia. ¿Por qué entonces ha sido tan difícil exponer esta contradicción, siendo tan evidente?

“Dime a quién le crees y te diré de qué careces”, es una frase que podría resumir el desafío de los liderazgos democráticos en cualquier parte del mundo. En El Salvador, con la alternativa tercerista más inescrupulosa de nuestra historia, poner a los votantes frente al espejo de sus ansiedades podría estimular reflexiones que propicien un movimiento electoral como el que se registró en la segunda vuelta presidencial de 2014.

Incertidumbre no será nunca síntoma de conformidad, a menos que la certidumbre no conforme ya a nadie. Y en el país no hemos llegado a ese extremo.

*Escritor y columnista de El Diario de Hoy