(Des)Información deliberada

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27 December 2018

Un fenómeno relativamente reciente se ha extendido por varios países. Ocurrió en campañas electorales de Estados Unidos, la salida del Reino Unido de la Unión Europea; la campaña por la paz de Colombia y en las pasadas elecciones presidenciales en México y Brasil. Se ha manifestado de varias maneras, como formatos periodísticos falseados y otras con formatos más difíciles de clasificar como “memes” y se han hecho “virales” mediante redes sociales: la desinformación.

La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA) la define como diseminación masiva de información falsa que se hace a sabiendas de su falsedad y con la intención de engañar al público, o a una fracción de éste.

En tiempos de redes sociales se ha convertido en una poderosa arma política, en un escenario en el cual quien maneja mejor esas redes es el más hábil para manipularlas, con objetivos que no necesariamente son legítimos. Un estudio elaborado por la Universidad George Washington, con el apoyo de la Fundación Knight, encontró un sofisticado sistema de noticias falsas generadas por más de 6 millones y medio de tuits en el mes previo a la elección presidencial de 2016 en Estados Unidos.

Ha sido común el uso de la “noticias falsas” para referirse al fenómeno, que tiene una cara que incluye por igual la manipulación deliberada de los contenidos, la falta de rigurosidad de un periodista o un argumento considerado retador; y en la otra, es el término usado por líderes autoritarios para descalificar al periodismo que no le es complaciente.

Divulgar ese tipo de información no es nuevo. El 13 de abril de 1844, Edgar Allan Poe publicó en el York Sun que ocho hombres habían cruzado el océano Atlántico en globo desde Londres en 75 horas. El relato era falso, pero su autor se basó en un hecho real (un hombre que voló hacia Alemania), y reproducía fragmentos de un texto difundido antes.

Lo publicado conectó a la audiencia con la fascinación por los constantes avances propios de la Revolución Industrial; y aunque el propio Poe contó en una revista que se apostó en la sede del diario para alertar a los lectores que era irreal, no le creyeron. Ese bulo reflejó aquel interés por el progreso. Pero el Sun no era precisamente un foro de debate político, sino una publicación dirigida a obtener ganancias mediante relatos como el del globo.

Los bulos de ahora son reforzados por la rapidez con que los contenidos son distribuidos en internet, basado en que cualquiera puede enviar un mensaje, que fácilmente se multiplica. Tal inmediatez potencia los discursos emocionales y no dejan espacio a la razón, en manos de ciertos actores políticos, contaminan más el ambiente y dividen a la sociedad.

El fenómeno ha activado alertas. La Asamblea General de la OEA acordó elaborar una guía práctica de recomendaciones para garantizar la libertad de expresión, acceso a información de diversas fuentes en internet durante el desarrollo de procesos electorales, sin interferencias indebidas. En cumplimiento del mandato la Relatoría especial abordará en una consulta pública el fenómeno de la desinformación en contextos electorales. En la misma participará un grupo de expertos multidisciplinarios.

Aunque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha adelantado que para evitar este tipo de informaciones, periodistas y medios de comunicación pongan en práctica sistemas efectivos de autorregulación y rendición de cuentas, promover la rectificación y derecho de respuesta ante una información incorrecta, así como dar cobertura crítica de la desinformación, propaganda y las noticias falsas.

Periodista