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17 December 2018

En unos días estaremos celebrando las fiestas de Navidad y Año Nuevo, época de reflexión y recogimiento y a la vez de celebración y esparcimiento.

No importa cuál sea nuestra percepción y raciocinio sobre su significado, lo que sí es una realidad es que todas las culturas con más o menos pompa, religiosidad o propósito, se toman una pausa en sus agitadas rutinas para reconsiderar las relaciones familiares y de amistad, como parte del espíritu generalizado por los cánticos, las luces y los adornos de la época.

Y nosotros en El Salvador, en el marco de esta celebración debemos enfrentar además uno de los eventos de mayor relevancia en las últimas décadas y me refiero a las próximas elecciones presidenciales del 3 de febrero, que marcarán un punto de inflexión en la ruta de la paz la reconciliación social y la recuperación económica que no ha sido posible alcanzar en las últimas tres décadas.

Ojalá que los salvadoreños seamos capaces de empaparnos de la sensación de paz y armonía de la época y trasladarla a nuestros entornos laborales y sobre todo políticos, para superar de una vez por todas el enfrentamiento ideológico, el odio de clase, la calumnia, la descalificación infundada, la mentira y el insulto como reacción normal y cotidiana para hacer valer nuestra posición sobre tal o cual asunto.

Salvadoreños somos todos, iguales ante la ley y dignos de confianza y respeto. Dejemos atrás la intolerancia, el orgullo y el odio, respetemos las diferencias de visión y criterio y aprendamos a convivir como seres inteligentes.

En la época de la física cuántica, de la disrupción tecnológica y de la inteligencia artificial no podemos seguir tolerando comportamientos infantiles, caprichos hegemónicos y manifestaciones de prepotencia académica, económica o política. Como dijo sabiamente algún analista en días recientes, si se hunde el barco nos ahogamos todos sin distingo de razas, creencias, posesiones o rangos.

Aprendamos pues, de la Navidad, compartamos el espíritu de igualdad e imitemos la espontaneidad y sinceridad de los niños que se acercan todos a San Nicolás, pobres y ricos, chicas y varones más grandes y más pequeños sin que nadie se pregunte quién es San Nicolás, adónde vivirá, en qué vehículo habrá venido o con qué partido simpatiza.

Veamos como ejemplo a los excombatientes de ambos bandos que no solo se enfrentaban y defendían causas diferentes sino literalmente se quitaban la vida unos a otros como parte de su responsabilidad institucional y honor combativo; ahora luchan juntos por su bienestar, por sus familias y por su futuro.

Seamos pues, buenos salvadoreños en la Navidad y en las elecciones, dejemos atrás los comportamientos irracionales y contribuyamos a la construcción de una vida en democracia y una nación para todos.

Continuaremos aportando nuestra humilde cuota de patriotismo para el bien de la Patria.

Que la paz, la armonía y la felicidad de la época se posen en los hogares de la familia salvadoreña y nos ilumine para seguir construyendo un mejor futuro para todos.

Presidente de Concertación

Democrática Nacional y

expresidente de la Corte Suprema

de Justicia.